martes, 29 de enero de 2008

Presentación libro y jornada gastronómica

En mi otro blog: www.bernardoromero.blog.com doy noticia de la jornada gastronómica "Huelva en su salsa", que tendrá lugar el 7 de febrero en la Casa Colón (salón de chimeneas) a las siete de la tarde y a la cual no podréis faltar, entre otras cosas porque presento mi nuevo libro de cocina "Huelva en su salsa. 1000 recetas de cocina".

sábado, 26 de enero de 2008

Lenguas en su salsa

Desde un principio fuimos conscientes de que los populares estaban atemorizados por el vuelco electoral que la autoría de la matanza de los trenes podría producir si, como cada minuto parecía más claro, eran islamistas radicales los que habían colocado los explosivos. Lo que hemos ido digiriendo poco a poco, entre impasibles y estupefactos, fue el hecho de que los otros aprovecharan ese temor para montar una impresionante campaña mediática, en tan poco tiempo y con casi dos centenares de cadáveres alineados en un polideportivo, para ayudar a que el temido vuelco electoral se efectuara.
Al final pasó lo que pasó. Que unos perdieron las elecciones por mentirosos y los otros las ganaros por mentir más todavía. Un horror. Tenemos en consecuencia un gobierno legal, pero inmoral y absolutamente falto de ética, como por otro lado siempre han sido los gobiernos desde que el hombre decidiera gobernar al resto de los mortales, a sus casi semejantes. El último capítulo de este tremendo horror, lo vimos en las noticias del viernes y el sábado (hasta los días, los de más audiencia, escrupulosamente buscados) en la media sonrisa de la vicepresidenta de gobierno y en su elegante manera de mentir: "no sabíamos nada con certeza hasta hoy. No antes". Impresionante. Si Maquiavelo levantara la cabeza le daría un sobresaliente sin pensarlo un instante y le diría al pobre don Fernando: "ves, joiotonto, así se hace, con soltura y con elegancia. El veneno se debe infiltrar en las venas de la presa sonriéndole directamente a los ojos, ayudándole a que la mordedura no le cause dolor, sino una profunda satisfacción". Impresionante, ya les digo. Pero bueno, nosotros a lo nuestro, tal como me dijo un socialista de nuevo cuño tras leer uno de mis artículos en El Mundo - Huelva Noticias que no le había gustado demasiado: "tú dedícate a jugar a las cocinitas que es lo único que sabes hacer, so cabrón". Luego, como es natural, obtuvo una plaza en unas oposiciones fradulentas y yo me fui a Lisboa a pasar el puente de Semana Santa y olvidar, aunque fuera por unos días, que soy español. Pues bien, ahora estamos ahí, justo en la cocinita jugando con las perolas, oyendo como desde el televisor de la salita la señora Fernández de la Vega, miente con una pulcritud y elegancia abrumadora y haciendo unas sabrosas y deliciosas
Lenguas de cordero en salsa.- Se pica media cebolla y cinco dientes de ajo y se ponen a refreír en buen aceite de oliva y en una cazuela amplia, lo suficiente para que luego podamos poner las cuatro o cinco lenguas de cordero que tenemos dispuestas y bien limpias. Añadimos al refrito dos hojas de laurel, unos granos de pimienta, sal y unas ramas de perejil. Colocamos encima las lenguas de cordero y echamos un chorreón generoso de buen vinagre de vino, más un vaso de vino blanco y agua que casi cubra las lenguas. Tapamos no del todo la cazuela y dejamos que se hagan las lenguas a fuego medio unos quince minutos.
Mientras las lenguas se van haciendo, picamos un par de zanahorias y un pimiento gordo, de los de asar. Si lo tenemos rojo y verde, pues mitad y mitad, si además tenemos uno de esos amarillos que aparecen por los mercados, pues un tercio de cada y obtendremos luego unas verduritas para acompañar, la mar de monas y coloridas.
Sacamos las lenguas de la olla y las partimos por el centro al sesgo, con idea de que en la segunda parte de la cocción se terminen de hacer. La cazuela la sacamos del fuego, quitamos las hojas de laurel, le añadimos un poco de pimentón dulce, unas hebras de azafrán majadas con un poco de sal, orégano y un poco de pimienta de cayena para dar un punto picante a la salsa que obtendremos luego. Metemos la batidora eléctrica en la misma cazuela para triturar todo (o lo pasamos a un vaso y lo trituramos, si no nos atrevemos a poner la cocina perdida si se nos va la mano o la potencia de la batidora eléctrica). De nuevo colocamos la cazuela al fuego, con la salsa pasada por la batidora, volvemos a poner las hojas de laurel y las verduras que teníamos cortadas, zanahorias y pimientos. Probamos de sal para rectificar si fuera necesario, y damos un hervor antes de colocar de nuevo las lenguas partidas a la mitad y al sesgo. Dejamos que se reduzca la salsa y esperamos a que las lenguas estén hechas.
Se sirven las lenguas cortadas en láminas no demasiado finas, napadas con un poco de salsa y al lado se pondrá un montoncito de verduritas. Decorar con una ramita de perejil y, si acaso, con unos berros o canónigos, escarola, lechugas... lo que sea, pero bien picadito. Desde luego, un poquito de ensalada, sin aliñar por supuesto, aligera estupendamente este plato.

jueves, 24 de enero de 2008

Actualizar el recetario andaluz

El recetario vasco, catalán, francés de los sesenta y otras delicias modernas, componen el panorama de la nueva cocina andaluza, promovida por profesionales que no han tenido oportunidad alguna de conocer el recetario autóctono y mucho menos de ponerlo en valor. Poco a poco, algo se va haciendo, pero eso, poco a poco y además muy poco.
En esta batalla que algunos llevamos décadas sosteniendo en solitario, se enmarca la Jornada gastronómica sobre la actualización del recetario tradicional andaluz, que se celebrarán a puertas abiertas en la Casa Colón el próximo 7 de febrero a partir de las siete de la tarde y sobre las que ya les iré dando alguna noticia en los próximos días.
La presentación de mi nuevo libro "Huelva en su salsa. 1000 recetas de cocina" es una de las actividades programadas para esta jornada auspicidada por el Ayuntamiento de Huelva y la Cooperativa Vinícola del Condado, además de por la empresa editora del libro, Hergué. En ete libro he procurado actualizar el recetario onubense, aplicar en él los nuevos modos de ver la cocina o de plantarse delante de un fogón. Reducción de tiempos de cocción, adecuar los ingredientes a dietas más equilibradas, ligeras y sanas, con algunas de las premisas que lleva implicito este recetario. Como ejemplo, les ofrezco una de esas recetas, en la que intento hacer una nueva versión del
Conejo a la cazadora.- Se trocea un conejo y se pone a refreír, junto a su hígado, con cebolla, ajos, dos hojas de laurel, sal, tomillo y pimienta en una cazuela. Cuando está bien dorado se añade vino oloroso seco y se sube el fuego, hasta reducir el vino. Sacamos el hígado y añadimos agua que cubra el conejo. Dejamos cocer veinte minutos a fuego medio.
En el almirez pondremos dos dientes de ajo, el hígado del conejo, romero, unas hebras de azafrán, pimentón y un pellizco de cominos, además de algo de sal para que actúe de mordiente. Majamos concienzudamente y reservamos. Cuando ha pasado el tiempo de cocción indicado del conejo, lo sacamos, y tras esperar a que se enfríe lo deshuesamos. Colamos el líquido que quede en la cazuela donde se cocinó el conejo y se vuelve a poner en la misma cazuela pero esta vez en compañía del majado y el conejo ya deshuesado.
Se vuelve a poner a cocer y esta vez añadimos vino blanco, si es afrutado del Condado, pues mejor. Mientras el conejo se termina de poner blando, se ponen a la plancha unos espárragos trigueros y se coloca en cada plato un par de espárragos con un adorno de berros rociados de limón en la unión de ambos cabos. Al lado un montoncito de carne de conejo recién sacada de la cazuela, quiere decirse bien caliente, y sobre la carne un bouquet de culantro (hojas de cilantro). Se sube el fuego al máximo y se reduce la salsa, que quedará muy espesa. Se toma una cuchara pequeña y larga, para dibujar un círculo o unas líneas de salsa que compongan bien con los dos espárragos, su ensalada de berros y el montoncito de carne de conejo y el bouquet de culantro.
Un plato moderno, bonito, ligero y agradable de comer, con todo el sabor de esta antigua receta de conejo. Chistes viejos con caras nuevas, le llamaban en el DDT.

lunes, 21 de enero de 2008

La eterna juventud

Todos los alimentos tienen propiedades beneficiosas para el cuerpo humano. Es natural, es por ellos que estamos aquí, por lo que cada uno tiene sus propiedades y comer bueno y variado es lo que nos mantiene en forma. Pero el caso de los espárragos es la mar de curioso. Además de ser un excelente diurético, con lo que es su consumo muy apropiado para los que tenemos ciertos conflictos con la báscula del baño, o ser excelente para ir al baño con el periódico bajo el brazo, por su alto contenido en fibras, también se le ha llamado a veces a esta liliacea tan delgadita la planta de la eterna juventud, por su alto contenido de ácido fólico, esencial para la regeneración de células y otras cosas relativas a mantener una tersa y hermosa piel, por ejemplo, o para la cuestión cerebral y el apetito sexual, por poner otros dos bien dispares, o no tanto.
El caso es que es aconsejable cocerlos mejor que cocinarlos en aceite, pues mantiene mejor sus propiedades. Esta mañana un amigo de Trigueros, Rafa, me ha regalado un mazo enorme de espárragos. Me aconseja que no los cueza, sino que los fría para que pierdan algo de su amargor, pero además de por lo antedicho, a mi lo que me gusta es precisamente el delicioso amargor que tienen, sobre todo, los silvestres. Así que los partí a trocitos, hasta que se puede hacer con facilidad con las manos, y luego me hice un delicioso
Revuelto de espárragos trigueros con setas.- Se pone un poco de agua en un cacharro al fuego con una pizca de sal y cuando rompe el hervor se echan los espárragos, que ya tenemos troceados, durante cinco minutos. Se cuelan bien (el agua se puede guardar para lavarnos la cara con ella y quitar las manchas de la piel. En serio) y se reservan. En una sartén amplia, se ponen a dorar unos cuantos dientes de ajo fileteados no muy finos. Antes de que tomen color, se echan los espárragos, que ya estarán bien escurridos, y se les dan unas vueltas. Se añaden a continuación unas setas de temporada (o champiñones cultivados, si no tenemos otra cosa a mano) troceadas y se saltean junto a los espárragos un par de minutos o tres, el tiempo justo para que se hagan pero que queden crocantes. Entonces cascamos dos, tres o los huevos que sean necesarios, según los espárragos y las setas que tengamos en la sartén, y les damos unas vueltas, rompiéndolos, con la cuchara de madera. Sacamos del fuego la sartén y los removemos bien, hasta que estén cuajados los huevos. Si hiciera falta se arrima de nuevo la sartén al fuego y, si no, pues se sirven adornando con triangulitos de pan frito, que es muy propio. En cuanto a la sal, con la que utilizamos para la cocción de los espárragos es suficiente. Es bueno moderarse con la sal y estas verduras, setas y espárragos, son demasiado sabrosas para añadir más sal.

sábado, 19 de enero de 2008

El viejo cumple 92

Podría ilustrar el artículo con la fotografía que los nietos le han hecho al viejo. Pero sería demasiado impactante. Después de su ginebra mañanera y del litro de vino (un reserva de cigales que llaman Museum, excelente) que él solito se trasegó, ataviado con linda camisa de lunares, desabrochada en plan Bambino y anudada a la barriga, más el curioso tocado de una peluca rubia que Lola compró para la fiesta de Año Nuevo, pues ya podrá comprender la concurrencia de este blog, que no es plan de mostrar aquí la imagen del viejo en su nonagésimo segundo cumpleaños. No por nada, sino por que no se entendería bien y pudiera ser que alguno llegase a pensar, el muy malpensante, que el hombre no está en sus cabales. Que por supuesto que no, quiero decir que por supuesto que no está majara, sino que está igual que ha estado siempre... vamos, que si, quiero decir que no... bueno, que cada cual piense lo que le salga de las meninges. El caso es que nos hemos reunido todos en casa y cada cual le ha regalado lo que le ha parecido bien. Casi todos cosas prácticas, menos mi hermano y mi cuñá, que le llevaron el exquisito presente del vino de cigales y servidor que le hizo un
arroz de bogavante.- Hemos utilizado una paella apropiada para quince criaturitas humanas, para que cada cual se haga un cálculo aproximado. Se pican groseros y a continuación se refríen en una lámina de aceite de oliva virgen extra, como es natural, diez dientes de ajo, dos zanahorias de buen porte y un pimiento grande o dos pequeños. Cuando están a medio pochar, se añaden setas, las que se tengan a mano: champiñones, boletos secos e hidratados... pero bastantes, que se noten después en el arroz. A medio saltear las setas eché como veinte decílitros de tomate triturado, sal, pimienta, dos hojas de laurel, azafrán molido con un poco de sal, pimentón de La Vera y unas ramas de perejil picadas. A continuación medio litro de vino blanco, por supuesto del Condado de Huelva, y dejé todo que se hiciera a buen fuego. En el ínterin tomé tres bogavantes de estos que venden criados o cultivados en viveros y tras colocarlos boca arriba les clavé el cuchillo en mitad de la cabeza, notando que ninguno de los tres se quejaba, por lo menos no dijeron esta boca es mía, aunque sí que es cierto que les debió doler, ya que mientras partía la cabeza en dos, el cuerpo en tres trozos siguiendo las articulaciones del caparazón y les arrancaba las pinzas, no dejaron de moverse un momento. Incluso descuartizaditos como estaban los animalitos del Señor, siguieron moviendo sus patitas incluso cuando los eché en la paella, una vez que el vino casi se había evaporado del todo y el refrito estaba perfectamente hecho. Salteados allí los bogavantes, les añadí un choquito bien limpio y troceado. A los tres minutos, y tras mover al personal de aquí para allá por la paella, eché un kilo de arroz bomba, meneando todo para que el arroz se pringara bien de las grasas del refrito y a continuación dos o tres jarras de agua, no me acuerdo bien. Pero en fin, para que quede más bien sequito y con su socarrat, la proporción ya saben que es de dos tazas y media por cada una de arroz, aunque servidor siempre lo hace a ojo, y a pesar de que soy ultramiope, siempre me sale bien. Cuando llevaba el arroz unos diez minutos haciéndose, introduje levemente en él un cuarto de kilo de langostinos no muy grandes, y cinco minutos después, unas almejas de carril para que se abrieran al mismo tiempo que el arroz terminaba de estar en su punto. Luego, como saben, se apaga el fuego, se tapa con papel de aluminio y se sirve justo a los dos minutos y medio, o a los tres, o a los cuatro, qué más dará, si la cosa es estar a gusto y que el arroz esté sabroso, suelto y delicioso. Pues eso, que nos lo comimos y nos dieron las tantas en la terraza con la tarta y todas esas historias.
Nota explicativa: en la tarta le pusimos una sola vela, porque noventa y dos son un abuso. La apagó a la primera, pero no pidió ningún deseo, estaba más ocupado de cantar, reír y pasárselo bien que de otra cosa.

viernes, 18 de enero de 2008

Un cartucho de chocos fritos

Los chocos (sepias para los forasteros) tienen una única manera de freirse, y es precisamente la misma del resto de frituras de pescado, hacerlos en aceite bien caliente y en poco tiempo. Después lo explicaremos más detenidamente, pero tampoco es muy complicado que digamos.
A pesar de esta aparente simpleza, es raro encontrar un lugar en Huelva, sobre todo en la capital, donde frían los chocos medianamente bien. Recuerdo con especial agrado una presentación del Festival de Cine, creo que era, en el Farqueo, el restaurante que gestionó durante un tiempo Manu Arauz y la enorme, grandiosa y sublime cocinera (sin lugar a dudas, toda una gloria nacional), Cinta Toscano. Fue un aperitivo informal en el que circulaban entre los invitados bandejas con vinos y cervezas, más otras bandejas con las delicias que a Cinta Toscano se le habían ocurrido aquél día. Entre ellas, divertidos cartuchitos de papel de estraza con chocos fritos.
Me recordó, en principio, a la freiduría de Los Gallegos, en plena calle Concepción de la Huelva de los sesenta y creo que duró hasta la primera mitad de los setenta. Los vendían así, envueltos en un papelón de estraza y hasta los restos que quedaban en la grasienta vitrina, los vendían a dos reales el cartucho. Pero cuando probé el primero, me vino a la memoria las tardes en que mis padres me llevaban a dar una vuelta y tomar algo por ahí. Una de las paradas obigatorias en aquella Huelva perdida ya casi en el recuerdo, era "En la esquinita te espero", en cuyos altos pusieron precisamente Manu y Cinta su primer restaurante en Huelva tras venir de Costa Rica: "La Esquinita".
Aquellos chocos fritos, tiernos y crocantes a un tiempo, deliciosos de sabor y con un hermosísimo color dorado, no los probé hasta ese día en el Farqueo, metidos en los cartuchitos de papel de estraza. Pura delicia. El dilema es saber por qué razón, los chocos fritos no se frien correctamente en la tierra de los chocos, con lo fácil que es además. Por si a alguien le fuera de interés, he aquí los pasos necesarios para hacer unos estupendos
Chocos fritos.- Se deberá tomar una perola grande, de paredes altas. A continuación se pondrá abundante aceite de oliva virgen extra y se esperará a que desprenda el primer humillo azulón, lo cual no será en demasiado tiempo si le hemos puesto el fuego alto que demanda toda fritura. Pues bien, los chocos, que deberán ser tiernos y no hagan caso de las tonterías que se dicen por ahí, se tendrán bien limpios, cortados y pasados por harina de freír, harina dura, queremos decir. Una vez que hemos logrado la temperatura ideal, se echarán los chocos, pero pocos y no muchos, ya que debemos procurar que no se baje la temperatura del aceite, lo cual es fundamental. Si es así, tardaremos además menos tiempo en freírlos.
Al poco tiempo, cuando suben a la superficie y comprobamos que tienen un estupendo color dorado, se sacan y se acabó. O sanseacabó, habría que decir, pues no entendemos que algo tan simple, que sólo necesita la cumplida observación de tres reglas de oro: temperatura alta, pocos cada vez y que estén frescos, no sea común en bares, tabernas, restaurantes y hasta freidurías de esta santa ciudad. Hay excepciones, claro está. Pero quienes aquí viven y disfrutan de la vida, tendrán que convenir conmigo que no es la regla general.

martes, 15 de enero de 2008

Huelva y la promoción turística

Conocíamos de tiempo ha, la curiosa manera de promocionar la costa de Huelva, que tienen las administraciones competentes en semejante asunto. La cosa consiste no en hacer del litoral onubense un atractivo turístico, con los beneficios que conllevaría el contar con un sector turístico fuerte en una provincia con las bondades climáticas, paisajísticas o culinarias como ésta, sino muy al contrario en colocar grúas al bordecito mismo del mar y grandes cartelones que anuncian la venta de adosados y pisos en urbanizaciones que se anuncian como residenciales y ¡turísticas!. Oigan, o una cosa u otra, sincérense. Digan lo que hay y ya está hombre, si aquí nadie se enfada por que usted quiera vender terrenos para arreglar el presupuesto municipal y, en consecuencia, continuar en el cargo. Ande y aproveche, señor alcalde, que a lo mejor dentro de un par de años ya no se puede sentar en el primer sillón municipal y son otros los que siembran la playa de su pueblo con dos y tres dormitorios, cuarto de baño, aseo y piscina comunitaria. Si en el fondo hasta le comprendemos. No compartimos su manera de proceder, porque está arruinando el futuro de su pueblo, de sus hijos y de sus nietos, pero le comprendemos. Es mucho el vértigo que da sólo el pensar en perder el silloncito ¿Verdad, alma mía?
Pues bien, en este orden de cosas, o desorden más bien, hemos encontrado un imán plástico, de esos que se utilizan para sujetar papelitos en la puerta del frigorífico, que lleva la rúbrica de una asociación de municipios costeros y una alegre gamba, que estará metida también en lo del ladrillo, por la sonrisa que muestra, explicando el mejor modo de cocción de este fenomenal marisco.
Cuenta el alegre crustáceo que se llena una olla de agua hasta un poco más de la mitad y se echa un puñado grande de sal gorda. A continuación, continúa el animalito, se espera a que el agua empiece a hervir y se echan todas las gambas, de forma que queden cubiertas de agua. Después, el camarón explica que cuando el agua empieza a hervir se retira del fuego y se pasan las gambas a otro recipiente con agua y cubitos de hielo. A los pocos segundos ya se pueden sacar del baño las gambas y ponerlas en la fuente donde se vayan a servir espolvoreadas con sal. Y ahora digo yo, se imaginan ustedes un kilo de gambas en una olla, con el agua que estaba hirviendo cubriéndolas, y fría en consecuencia después de la cantidad de crustáceos que se echan juntos. Se imaginan ustedes como estarán esas gambas después de que pase lo menos media hora hasta que el agua empiece a hervir de nuevo. Pues bien, ya puestos, lo que habría que hacer es tirar las gambas y hacer una sopa de marisco con el agua, no al revés tal como dicen los promotores turísticos que, evidentemente, lo que pretenden es alejar el turismo de la costa para continuar con la cosa del adosado y el pisito residencial y turístico.
Uno piensa que podría haber una manera más oportuna para la
cocción de las gambas, aunque lo mejor es irse a los cocederos que abundan en el puerto interior y comprarlas allí mismo, que bien baratas y estupendas que salen, pero en fin. Podríamos poner agua a hervir, como cuatro litros, con sal, y cuando hierva a borbotones – premio – se echan las gambas, pero pocas, nunca más de medio kilo. Se espera a que suban a la superficie, avisando de que están cocidas, y se sacan, lo cual ocurrirá, dependiendo del fuego, que deberá ser fuerte, a eso de los dos minutos o dos minutos y medio. A continuación, sí que es menester enfriarlas en agua con hielo, para que luego las podamos pelar mejor.
Si las gambas son frescas, se les deberá echar un puñado de sal por encima, ya que son muy sosas. Pero es bastante improbable – o muy caro, que viene a ser lo mismo - que se consigan gambas frescas, las cuales se distinguen de las que han sido refrigeradas, en que el bigote permanece inalterable, es decir, larguísimo. Las refrigeradas, con una congelación de menos de quince días, tienen casi todo su bigote, pero lo normal es que éste se quiebre en el proceso de congelación y luego en el de cocción. En el caso de las ultra congeladas, las que sabe Dios el tiempo que llevan congeladas, el bigote es prácticamente inexistente y presentan al final de la cabeza tan sólo el recuerdo de aquél, trocitos pequeños que nos indican, grosso modo, el tiempo que llevan capturadas. En todo caso, una buena cocción, puede con todo y las gambas refrigeradas, las más usuales en el mercado onubense, están deliciosas y conservan suficiente bigote como para adornar el plato con sus finas líneas de la color rosicler, que diría el poeta, y en alegre desorden revueltos. Al lado de las gambas, suele aparecer, o bien una cerveza fría o vino blanco afrutado. Pero del Condado, por supuesto. Y las mejores, las blancas de Huelva, de eso no deberán tener la más mínima duda.

sábado, 12 de enero de 2008

La delicia de mezclar dulce y salado

Que se sepa, lo contrario de lo dulce es lo amargo, y de lo salado, pues lo soso. Empiezo aclarando esto pues en más de una ocasión me encuentro con quienes se emperran en considerar a lo dulce como lo contrario de lo salado. Pues entonces, la propuesta que os voy a hacer sería absurda, pues si cosa contraria fueran, se quedarían en nada. Es como cuando nos enseñaban en el cole aquello de que menos uno más uno era igual a cero, a nada. Qué tontería entonces andar sumando, sumando para nada. Pero el profesor no solía ser de igual parecer y se emperraba -otro- en ponerme un cero en el examen, con lo cual para qué hacía exámenes si después me freían a ceros. En fin, en un país tan surrealista como la España franquista, no se permitía discurrir de manera surreal. Para que vean como es la vida de dura con los librepensadores.
Volvamos a lo nuestro, que hoy va a ser... ta chán, ta chán, una novedad de hace veinte años por lo menos, pero que nos la pusieron por delante en la última reunión de la Academia Gastronómica, celebrada (la parte lúdica, claro está, la parte seria fue en la Subdelegación del Gobierno) en el restaurante Mesón La Luna, ubicado en las mismitas murallas de Córdoba. Que por cierto, vaya magnifico garito que conocí en las noches califales, nada menos que un antigua casona barroca, con patio orlado de columnas y arcos, florido de jazmines y damas de noche, de limoneros y no me acuerdo de más porque estaba muy oscuro, donde te ponen la birra a euro y el güisqui a poco más, donde se reúne lo más florido de la noche cordobesa a cantar por tientos y por soleás, por seguriyas y bulerías, donde el arte triunfante está hasta altas horas de la nuit y de dónde salí directamente para el catre (no me levanté hasta pasadas las doce y media de la mañana y porque me llamaron desde el periódico para preguntarme que qué pasaba con el artículo que tenía que mandar sobre todo un descubrimiento, el pintor Manuel Cruz Fernández (vide, almas mías, mi otro blog, el más serio). Total, que me dio el tiempo justo de aliñar un artículo, escribir una carta al presidente de la Academia para que invitara a todos los honorables académicos a la presentación de mi nuevo libro y para coger un taxi e irme directamente al restaurante donde se cerraba con un fraternal almuerzo el acto académico antedicho. Llegado a La Luna -donde siempre estuve, pero en sentido figurado- me plantifiqué al ladito mismo del señor presidente, y ataqué, con gula pero educación, los surtiditos de ibéricos que orlaban el blanco mantel, el mismo que casi a los postres recibió una generosa copa de un vino de la tierra que usía (el señor don Juan Carlos Alonso, no yo) tuvo a bien derramar sobre el fino paño de holanda y mis calzones, de modo y manera que parecía que uno estaba con los problemas de próstata ya encima, pero no. Resistireeeeé, como le canta Chaparro a los del Betis y cómo cantaba el Dúo Dinámico en esos tiempos en que también cantaban aquello de quince años tiene mi amor, que eso lo cantan ahora y los meten directamente en la trena. Pero en fin, vamos que no llegamos y como quiera que ya me he enredado bastante, pues vamos directamente a la
Anchoa sobre tostadita con mermelada de tomate.- En primer lugar habrá que ir preparando la mermelada, que es lo único que tiene de complejo este rico tentempié. Tomaremos un kilito de tomates de temporada, no de los de ahora, que no saben a nada. Los rayamos, una vez limpios de piel y de pepitas, y los mezclamos con tres cuartos de kilo de azúcar y el zumo de un limón. Se dejarán en el frigorífico de un día para otro, o doce horas, que es lo mismo, pero menos lírico. A continuación se les añade un clavo de olor, o dos si gustan las emociones fuertes, y se cuecen a fuego lento y moviendo de vez en cuando, unos tres cuartos de hora aproximadamente. O algo más si hiciera falta. Y ya está. Ahora se trata de meterlos en sus frasquitos de cristal y ponerlos al baño María para cerrar los frascos cuando están suficientemente calientes. En lo que respecta a la receta, pues se pondrán tostaditas mínimas y sobre ellas una cucharadita de mermelada de tomate. Se envuelve sobre sí misma la anchoa, de Santoña si pudiera ser, y se coloca encima de la tostadita con mermelada. Una delicia. Simple y sabrosa. Come io.

jueves, 10 de enero de 2008

Sopas con el sabor de siempre

En el I.E.S Fuente Juncal de Aljaraque, donde uno ejerce de profesor de Historia, se imparte un módulo destinado a futuros trabajadores asistenciales que dedicarán empleo y vocación a la atención de personas mayores que necesitan que alguién les eche una mano. Conversar, lavarles la ropa, cuidarles cuando estén enfermos y no tengan necesidad alguna de agravar su soledad ingresando en un hospital, o hacerles una tortillita francesa por la noche... pero sobre todo su misión será que no se sientan sólos, evitar la soledad de quienes no tienen ya compaña. Tremenda enfermedad esta de la soledad.
Como somos vecinos de pasillos, cafetería y sala de profesores, me piden que algún día les hable de cocina a los alumnos y que, si fuera posible, se combinara la teoría con la práctica. Uno, aún sin saber a ciencia cierta si lo que quieren es mi palabra o mis recetas, accede. Y lo hace gustoso, creanme, ya que es verdaderamente pasar una mañana con jóvenes que han decidido dedicar su trabajo a los mayores, a los viejos que se quedaron solos. A algo tan esencial en este mundo moderno, de pisos pequeños y trabajos en precario que atomiza la familia hasta el punto de si te he visto no me acuerdo. Evitar la soledad, qué quieren que les diga, hacer frente a esta tremenda plaga que se apoderó, sin querer darnos cuenta, de las relaciones familiares. O la familia reducida a la mínima expresión. Se quedó para los libros de historia el patriarcado que ejercían los abuelos en las enormes casas familiares, esas casonas de paredes anchas y patio con corral al fondo, de limonero y gallinas ponedoras... Todo eso, quedó atrás. La ciudad lo engulló.
Les hablo de esto y, mientras, les voy haciendo tres sopas, tres sabores recuperados del recetario popular onubense que figuran en ese libro que presento el 7 de febrero en la Casa Colón a las siete de la tarde. No faltéis. A cambio de vuestra segura presencia, os regalo esas tres recetas, esas tres sopitas que guardan el sabor nunca perdido de la cocina tradicional y que guardará el amor que le añadirán, a gusto, estos chavales que han decidido dedicar su vida a una labor tan hermosa.
Ajo de patatas.- Pertenece a esos ajos gañanes, a los ajos de pan que se hacían en el campo para hacer frente con garantías a una jornada doblado sobre la tierra de sol a sol. Obviamente, se ha adaptado a estos tiempos, se ha aligerado la elaboración y se procura ser muy prudente en la utilización de especias para no radicalizar demasiado esta sopa que vamos a intentar que sea suave y sabrosa a la vez.
Necesitaremos ajo, aceite, tomate, cebolla, laurel, patatas, perejil, cominos, huevos y sal. En una olla se cuecen patatas cortadas gordas, un tomate, media cebolla y una hoja de laurel, añadiendo además un chorreón de aceite y sal. Cuando las patatas estén tiernas, se saca el tomate y se maja con tres dientes de ajo, unas ramas de perejil, un poco de migajón de pan y una pizca de cominos. Una vez bien majado todo, se echa en la olla, rectificando de sal. Se pone a calentar de nuevo en el fuego, se dan unas vueltas para ligar bien todo y se echan unos huevos y se deja cocer, con la olla tapada, hasta que los huevos estén cuajados.
Caldillo de matanza.- Su nombre ya lo indica, era sopa para comer el día de la matanza y, por supuesto, todos los días que apeteciera. Pero es en invierno, cuando se mataban los guarros en la puerta de la calle, con la ayuda de los vecinos, cuando se hacía esta popular sopa serrana. Se necesitará una pechuga de pollo, hueso de jamón, aceite, asadura, cebolla, hierbabuena, pan asentado, pimienta y sal. Ponemos a cocer el hueso de jamón con la pechuga de pollo y sal. Mientras, se pondrá a calentar aceite en una cazuela y se refríe media cebolla y una asadura de cerdo cortada en trozos regulares. Cuando está casi frita se añaden dos o tres hojas de hierbabuena, pimienta y el caldo que hemos preparado con el pollo y el hueso de jamón. Se sirve en platos hondos, con rebanadas de pan del día anterior cortadas finas, la pechuga de pollo troceada y, si tuviera suficiente, carne del hueso de jamón.
Sopa de rape.- Hemos viajado a los campos andevaleños, a la campiña, para comer un pan de ajo, en este caso de patatas; luego subimos a la sierra en busca de un caldo de matanza, y ahora bajamos a la costa para disfrutar de una de las sopas más deliciosas, las que nos proporcionan los huesos y la cabeza de un pescado extraordinario.
El rape, entre sus muchas propiedades, tiene la de ofrecer un caldo untuoso y magnífico, de sabor muy equilibrado. Con estos restos ricos y gelatinosos, que ya no están tan baratos como en otro tiempo no demasiado lejano, vamos a preparar una sopa de singular sabor y en extremo delicada. Se necesitarán cabeza y huesos de un rape, vino blanco, cebolla, pimienta, laurel, ajos, azafrán, almendras tostadas, pan asentado y sal.
Se cocerán la cabeza y los huesos del rape en abundante agua con sal, un chorreón de vino, media cebolla, pimienta en grano y una hoja de laurel. Mientras cuece el rape, se freirán cebolla y ajos bien picaditos. Cuando la cebolla empieza a ponerse transparente, se saca del fuego junto al ajo y se pasan a un mortero, donde se majarán con unas hebras de azafrán, seis o siete almendras tostadas y un poco de sal que actúe de mordiente. Reservamos el majado y volvemos al rape, que ya estará cocido. Pues bien, el caldo, se cuela y se reserva, mientras que los huesos de la cabeza se dejarán templar un momento con intención de extraer de ellos toda la carne que nos sea posible. El caldo se vuelve a poner al fuego, bien fuerte, echándole el majado. Se dan unas vueltas y se espera que hierva bien y todo se integre perfectamente, quedando una sopa homogénea. En los platos se habrán puesto láminas de pan asentado y trocillos de la carne del rape por encima.
Tres sopas, y tres momentos para disfrutar, nuestros ancianos, con sus recuerdos, unos sabores que seguro no tienen perdidos, y sobre todo con una buena compañía. La de estos alumnos ejemplares del I.E.S. Fuente Juncal.

martes, 8 de enero de 2008

Fin de año verde

Como contraste rico y variado a las mesas navideñas, pletóricas de mariscos y chacinas, de dulces pletóricos de azúcar y harina -qué vaya mezcla -, de pringues y manjares sin orden ni concierto, este año y además de algunas concesiones -léase gambas y jamón, un jamón del que les hablaré un día de estos) al personal familiar, me escoré hacia una cena de fin de año que aliviara un tanto los excesos. Primero una ensaladita muy mona, y luego un medallón, solito él sólo, de solomillo de ibérico muy bien puesto, tal como la ensalada, en el centro de un plato enorme con su reducción de pedro ximénez y una alegoría de siete lentejas por comensal que vienen a ser reclamo del dinerito y otros alivios hipotecarios que para este año de crisis en el que andamos ya metidos, esperamos con tanto anhelo como poca convicción. En fin, ahí llevan ustedes, en primer lugar la ensalada que preparé, con medio tomatito sherry acompañado de mejillón y medio, para terminar luego con la que suelo preparar de lentejas para Año Nuevo -ya saben, los italianos tienen a las lentejas como nosotros a las uvas- y que le copié a Cinta Toscano, uno de los referentes en la restauración onubense que depués de cerrar el Farqueo se ha dedicado a recorrer mundo, demostrar lo buena que es por todos lados, el Lejano Oriente incluído, y ahora tengo entendido que está preparando un nuevo local en el que reunir a sus devotos, que somos un montón y deberíamos ir preparando ya un club de fans o similar. Pero vamos a lo que vamos.
Ensalada de Fin de Año.- Como comemos con la derecha por lo general - preguntar si hay algún zurdo a la mesa -, se pondrá un montoncito de lechugas, pero mínimo, a la izquierda y arriba de plato. Sobre este montoncito de rúcula, berros, escarola y lo que queramos, se pondrá un cuarto de cogollo de lechuga, al que peinaremos desde la raíz a las puntas con un cuchillo bien afilado. Quiero decir que cortamos las hojas del cogollito y lo disponemos de este modo algo levantado para que se vea bonito. Donde se une la base del cogollo con el montoncito de lechugas, y para que se sostenga todo, ponemos medio tomate sherry negro, que queda muy molón, con la parte cortada hacia abajo, naturalmente. Por último se pondrán unas tiritas de escarola o un berro para disimular el tránsito del cogollo al tomate. Ya sólo queda poner un mejillón de buen tamaño, abierto a la mitad justamente, como saliendo del tomatito. Se termina de adornar la ensalada con un poco de cebollino que termine de adornar el cogollo y procurando que estén cortados larguitos, para que den una buena nota plástica al conjunto. Se tendrán las ensaladas preparadas y una salsa a lado, para aliñar en el momento de servir y no tener que estar en la cocina todo el tiempo mientras el personal está con la pandereta y el beben y beben y vuelven a beber. La salsa la hice con el zumo de un limón, aceite del molino de Trigueros, excelente y que es el que tengo ahora en casa, una pizca de mostaza - a elegir el consumidor, pero una son sus granitos que después está más mona al regar la ensalada y sal.
La ensalada deberá quedar como una línea que va desde el centro - el medio tomatito negro - hasta el ángulo superior izquierdo. Deberán dominar los verdes y el plato deberá ser blanco. Siguiendo la línea y en sentido de la diagonal que lleva la ensalada, las dos mitades de mejillón pegadas al tomatito y dejando en medio una diagonal imaginaria entre ambas dos mitades.
Bien, vayamos con la otra ensalada, la de lentejas.
Ensalada de lentejas.- Se cocerá un puñado de lentejas en agua con sal y una hoja de laurel. Aparte se asa hígado de cerdo ibérico, entero, primero a fuego fuerte por ambos lados, y luego bajando la temperatura de la plancha para que se haga por dentro. Mientras se hace, emulsionamos aceite con un chorreoncito de buen vinagre de vino del Condado, sal, una pizca de mostaza y otra de miel. Preparamos en el centro de cada plato una pequeña ensalada de berros o canónigos y sobre ella ponemos filetes del trozo de hígado que acabamos de asar, templado aún. Añadimos unas lentejas por encima de la ensalada y el hígado para terminar de decorar con culantro (cilantro verde para los que no son de Huelva) y finalizamos con un chorreón de la emulsión de aceite con vinagre, mostaza, sal y miel.

sábado, 5 de enero de 2008

Cordero andalusí

Tengo una pata de cordero magnífica, de las que vende Ovipor, una empresa que le ha dado una vuelta de 180º al mercado de estos animalitos en Huelva. Ofrecen auténtica calidad. Como está en Huelva mi sobrino Alfredo, que se ha dado una vuelta para ver al abuelo, le preparo un plato con aires andalusíes. Me explico, él es de Santander y le encanta este sur. Me sigo explicando, la cocina andalusí se fue de este sur peninsular inexplicablemente. La llegada de nosotros, los castellanos y leoneses, a recuperar el territorio ocupado en tiempos de máxima expansión del Islam, hizo que cambiaran algunas costumbres, gastronómicas también. De hecho la miel se fue dejando a un lado y pasó a ocupar un destacado lugar tan sólo en la repostería, que esa sí que siguió siendo muy andalusí (Al Andalus, en todo caso, fue la mezcla de lo que había en esta península visigótica y romana, con lo que llegó espada en alto, desde el otro lado del estrecho de Gibraltar. Fue una dominación militar y no una colonización, como en el caso de Roma o incluso en el de los godos, que simplemente pretendían sustituir el poder romano por el de ellos, pero imitándolos en todo lo que pudieron, que fue más bien poco).
La mezcla de especias y miel, está en muchas recetas actuales de Marruecos o Túnez, pero en la península, apenas ha podido sobrevivir en platos como este que es más interpretación personal que otra cosa. En resumidas cuentas, la cocina andalusí se generó en el sur de la Península Ibérica, donde hubo un califato (estado) independiente durante varios siglos, independiente del entonces único califato de Bagdad incluso en lo religioso. Aquí el Islam fue otra cosa muy distinta de lo del resto, y sobre todo hubo una sana mezcla con lo que había antes, a excepción de los visigodos que se replegaron al norte, claro está. Con la Reconquista fueron muchas las cosas que huyeron hacia el norte de África, de dónde mucho antes los árabes habían expulsado a los vándalos que se asentaron en esa parte del decadente Imperio romano (de ahí lo de Al Andalus o tierra de Vandalos que llamaron a la tierra del otro lado del mar, de donde procedían los vándalos que ellos expulsaron del norte de África), entre lo que casi se fue del todo, está la sabia y deliciosa, aromática y divertida comida andalusí. Este plato es un recuerdo de aquella cocina, que no se llegó a ir del todo.
Cordero al horno con salsa de miel. En un bol mezclamos una cebolla bien picada y tres o cuatro dientes de ajo, también picados. Añadimos medio vaso de vino oloroso seco y un chorreón generoso de aceite. Por último le pondremos pimienta negra recién molida, pimienta de cayena también molida, romero, azafrán y cominos que majaremos con un poco de sal, hojas de culantro (cilantro fresco) y de perejil, así como un poco de canela molida, jengibre rallado y orégano. Mezclamos bien todo esto y embadurnamos con la mitad de la mezcla la pata, a la que le habremos puesto antes la sal que creamos conveniente, y la pondremos en una bandeja del horno, el cual estará precalentado a 190º. De vez en cuando no estaría mal dar una vuelta por el horno, abrirlo y añadir algo de agua para que no se queme la mezcla con la que hemos embadurnado la pata. A la media hora, por ejemplo, podemos sacar la pata del horno y añadirle el resto de la mezcla, y por supuesto agua si hiciera falta. Media hora después sacamos otra vez la pata del horno, pero esta vez para mojarla con agua y otra vez con un chorreón de vino oloroso seco. Recogemos todo lo que podamos de las grasas que ha ido soltando, disueltas con este agua y este vino, y lo colamos antes de ponerlo en un cazo con una cucharada de miel. Echamos algo de agua si fuera necesario y procedemos a reducir la salsa mientras la pata termina de hacerse, lo cual ocurrirá cuando veamos que la carne se desprende ostensiblemente de la caña de la pata.
Sólo queda servir, en la misma fuente donde se hizo y con ramas de culantro alrededor. Se corta en lonchas la carne de la pata y se pondrá en una salsera la salsa para que cada cual se sirva sobre la que quiera servir.
Comimos la pata como plato único, además de una rica y deliciosa
Ensalada picantita de remolacha. que hicimos simplemente troceándola en taquitos y poniéndoles sal, vinagre del Condado de Huelva (excepcional y ahora con D. O.), pimienta de cayena molida (con moderación, como el nombre de la ensalada sugiere), pimienta y aceite picual del Molino de Trigueros. Bien mezclado todo lo pusimos en una ensaladera y le picamos cebolleta y perejil por encima.

viernes, 4 de enero de 2008

Berenjenas rellenas de chipirón

Vuelve Enrique Romero Santana a casa por Navidad. Deja el apetecible frío de su ciudad, Chicago, y se da una vueltecita por Lepe, por su casa. Estas vacaciones las ha aprovechado para exponer en el Colegio de Arquitectos. "Downtown" es un recorrido por su obra, más que un viaje al centro de la ciudad. Están algunas marinas, como la que se le perdió a José Ignacio y Lourdes en un vuelo de Nueva York a Madrid y apareció justo para la exposición en Zurich. Santana no estaba preocupado por la pérdida: "Cuando vean el precio de la obra, aparece. Ya la buscarán por todos los aeropuertos del mundo". Y así fue.
El otro día vino a casa con Pepe y Manoli, la propietaria y gerente de Pelinor, sin duda la tienda de moda más relevante de Andalucía, una tienda que aparece en las revistas especializadas que ofrecen las direcciones donde se ofrecen las creaciones de los mejores modistos del mundo. Nueva York, Milán, Roma, Londres, Madrid, Tokyo y Lepe. Ciudades importantes, ya lo ven. También vino con Santana Moises Fernández Acosta, Moi. Fotógrafo y joven, dos virtudes. Vive en Madrid, pero es de Huelva, hijo de Paco Vizcaya, que creó la primera agencia publicitaria seria en esta ciudad. Hermano también de artistas, a los que yo ya conocía. Pero a él, no. Y ha sido todo un descubrimiento. Me llamó previamente Santana, el pintor: "Estoy con un fotógrafo excepcional, que está haciendo un trabajo muy interesante, una galería de retratos... me gustaría que lo conocieras, te va a encantar lo que hace..." Le digo que se lo traíga a comer si le viene bien. Y le viene bien, después elogiará las berenjenas rellenas de chipirones, escoltada por una salsa de setas, de boletus. Y sobre todo la compañía, los amigos.
La receta es una versión libre de unas que probé en un restaurante nuevo, El Rodeo se llama. Creo que es de uno de los cocineros de uno de los restaurantes más en forma de Huelva, el Azabache. A mis amigos, a Manoli, a Pepe, a Enrique Romero Santana y a Moi, les encantó. A Pilar Barroso y a Lola, también. Por eso os la dejo aquí, por si queréis probar.
Berenjenas rellenas de chipirón: Se harán chipirones en su tinta del modo tradicional, con un refrito de cebolla, bastante, dos hojas de laurel y un diente de ajo. Cuando el refrito casi esté, se añaden los chipirones, cortadas en aros las bolsas y los rejos en dos o tres trozos. Se saltean dos o tres minutos. Se le añaden tres o cuatro cucharadas soperas de tomate triturado, sal, pimienta, perejil y un pellizco de azúcar. Se deja freir el tomate con los chipirones y se añade entonces un vaso de vino tinto, de buen vino tinto. Es entonces el momento de añadir la tinta de los chipirones, pero si tenéis tinta de choco pues mejor, es más densa y se obtiene una salsa de un color mucho más brillante y bonito.
Mientras se hacen los chipirones en su tinta, que deben de quedar en una salsa muy reducida y espesa, se pelarán y cortarán en rodajas las berenjenas, poniéndolas en la rejilla del horno a 180 190º y salpicadas con sal. Cuando se vea que están algo tiernas, en unos minutos tan sólo, se sacan. Daos cuenta de que no las he dejado que suelten el liquido amargo y oscuro que siempre se dice que hay que extraerles. A mi, personalmente, me gusta que tengan su amargor. Pues bien, las berenjenas se pasan por huevo y harina y se fríen, reservándolas.
Ya sólo faltará poner una rodaja de berenjena y sobre ella chipirones en su tinta, cubriéndola con otra rodaja de berenjena de similar tamaño. Así se procede con todas las que sea menester hacer. También falta la crema de boletus, que se hará mezclando boletus o tentullos, como les decimos en Huelva a esta prodigiosa seta, con champiñones, que pueden ser cultivados o recolectados en el capo, josefitas les llamamos aquí a estos agaricales comestibles. Sobre un refrito de puerro, se echan las setas finamente troceadas. Se añade sal y pimienta y se dan unas vueltas. Cuando las setas empiecen a cambiar de textura, enseguida, para que se queden crocantes y no lamiosas, se les añade una cucharadita de harina y, enseguida, caldo del puchero, de pollo o del que se tenga a mano. Se dan unas vueltas para que desaparezca el sabor a harina y se haga una cremita espesa y ya está.
El plato se monta tras calentar las milhojas de berenjenas y chipirón en el horno, del siguiente modo. En el centro del plato se pone la milhoja de berenjena y sobre ella, apenas cubriendo una parte, una cucharada de salsa de setas que se desviará con arte haciendo un círculo alrededor de la berenjena. Se espolvorea de culantro picado, que son las hojas del cilantro fresco, para dar un toque aromático final. Y esto es todo amigos. Bueno casi todo, precedimos la comida con una ensalada de mariscos, o insalata di frutti de mare, como dicen los italianos, y un Lantero (de la Coop. Vinícola del Condado. Huelva) Roble Syrah, crianza de este año, bueno del que se quedó atrás, del 2007, que les ha salido redondo, magnífico y equilibrado en grado sumo. Tiene un precio ridículo y se encuentra en la propia bodega o en el Hipercor, al menos en el de Huelva, por algo menos de tres euros. Ya les digo, un precio extraordinariamente bajo, gracias a que los tintos son nuevos en esta comarca y no tienen fama ni tronío alguno. Por el momento. Aprovechen el saldo y compren todo el que puedan. Hasta pronto.

jueves, 3 de enero de 2008

Bacalao portugués

El próximo 7 de febrero presento en la Casa Colón a las siete de la tarde mi nuevo libro "Huelva en su salsa. 1000 recetas de cocina". Este blog que se suma al que ya tenía, http://www.bernardoromero.blog.com/, dedicado como muchos sabéis a mis artículos de El Mundo - Huelva Noticias, tratará de ofrecer recetas de cocinas o artículos en los que los pucheros sean protagonistas. De hecho quiero aprovechar esta primera entrada para hablaros del bacalao que ponían, o siguen poniendo, en los restaurantes portugueses más frecuentados por los onubenses.
En el libro aparece, como no podía ser de otra manera, habida cuenta de lo introducida que está la cocina del Algarve portugués en este Algarbe andaluz, esta receta bajo la denominación
Bacalao portugués, pues es así como se llamaba en casa a esta manera tan apetecible de presentar el bacalao. Está en el apartado de pescados y lleva el número 640 (Huelva en su salsa. 1000 recetas de cocina) junto a su nombre.
Es tan fácil como cortar patatas panaderas, es decir, redondas y algo más gruesas de lo habitual, freirlas e ir colocándolas en una fuente de horno, de barro a ser posible. Sobre ellas se pondrá una capa de cebollas también fritas, pero no demasiado, y cortadas igualmente en aros gruesos que se irán soltando al freír. Encima de patatas y cebollas, fritas como os digo y convenientemente salpimentadas, se pondrá un poco de perejil picado y se colocarán tiras de bacalao desmigado y convenientemente desalado, como es natural. Se cubre con una mayonesa durita y se vuelve a repetir la operación: patatas, cebollas, perejil, bacalao y mayonesa. Ya sólo queda meter al horno, a 210º estará muy bien, y esperar a que tenga el aspecto más apetecible para nuestro gusto. Unos veinte minutos, si el horno está precalentado, bastará. Una delicia.