
Ahí los teneis. A uno le gustaron los sarmales y se llevó un tupperware (tapergüé en cristiano) con unos pocos. El otro prefiere meterse con él y eso se llevó. Ambos dos se encajaron en casa con vino y con pan, con anchoas de Santoña y presa paleta embutida, pero sobre todo con muchas ganas de cachondeo. Así que les corté un poquito de jamón (que ya está practicamente en las cliclas) y les puse unos sarmales que me enseñó a hacer una rumana que trabaja en casa de unos colegas. Bueno, unos sarmales o lo que yo recordaba de lo que me contó, pero sí, estaban buenísimos y en el tapergüé está la prueba, aunque no se aprecia en la fotografía, pero he preferido recoger una instantánea para la posteridad antes que una foto de los sarmales, y esta es la de don José Martins montándole un pollo a Michael Lemon por llevarse los sarmales, llamándolo esmayao y cosas por el estilo. En realidad lo que ocurre es que ya somos mayores y lo que nos gusta mayormente es meternos los unos con los otros como Dios se mete con nosotros (que no debería), y contar mentiras, que es lo que mejor sabemos hacer, sobre todo en lo que respecta a las glorias sexuales y futboleras. Estas últimas de nuestra prácticamente olvidada juventud; pero ya se sabe que mientras mayores somos, más ajustados a la escuadra fueron los goles que les metíamos a los del barrio de al lado y más eficaces éramos en el dribling en los partidos que jugábamos en mitad de la calle y que ahora, cualquiera que nos esté oyendo, se podría o pudiera creer que jugábamos en el mismísimo Benito Villamarín.
En fin, que los sarmales, que es a lo que en realidad nos deberíamos de ceñir en este diario de a bordo que les escribo de vez en cuando, los hice como Dios y el defectuoso castellano de la asistenta de mis amigos me dieron a entender. Luego los he buscado en los internetes nuestros de cada día, y en efecto, son más o menos así, aunque admiten variantes según lugar y momento espiritual del oficiante. Yo no he querido desviarme mucho de la ruta trazada por la señora rumana y los he hecho a su manera. Ya para la próxima vez los iré adaptando a la mía -que es como la de Sinatra pero mal cantao-, poniéndoles simplemente una hojita de laurel y un punto de orégano, pero ya está. Y bien, he aquí como interpreté la
Receta de Sarmale rumano.- Se refríen pimientos de los de asar, verdes y rojos para que queden más monos, con cebolla cortada más o menos gruesa. Se espera a que se pochen bien, a fuego lento y tomándose su tiempo, y entonces se le añade la carne picada y el arroz -obviamente crudo-. Todo, como es común en mi manera de relatar las recetas, a ojo de vuesas mercedes, dejándose guiar por el instinto, que al fin y al cabo vosotros sois lo que os vais a comer lo que hagais, no yo. Pues bien, se añade sal y pimienta (aquí yo pondría también una mijita de orégano) y se dan unas vueltas, sacándose inmediatamente todo y reservando. El arroz, insisto, debe seguir crudo, pues simplemente hemos mareado el arroz y la carne picada con las verduras.
En el interín, mientras se hace el refrito por ejemplo, pondremos agua a hervir, y cuando rompa se le añaden hojas de col, grandes, de las exteriores, que no importa que las saquemos un poco rotas o rajadas. Se dejan escaldar por espacio de tres minutos y se van reservando también. Y ahora a armar los artefactos estos. Se toma una hoja de col escaldada y tendida sobre la tabla de trabajo se le ponen dos cucharadas de la mezcla de carne, verduras y arroz, envolviéndolas con sumo cuidado o suavemente con una canción. Así se va haciendo con una hoja y con otra hasta terminar con el relleno. Ahora tomamos una cazuela capaz de contener a los rollitos de col, los sarmales, que hemos confeccionado, procurando que quepan todos y muy juntitos los unos a los otros, para que se hagan sin espacio posible para abrirse, no sé si me entienden. Entonces ponemos agua y tomate triturado, mitad y mitad más o menos, sal, pimienta y yo le pondría también, aunque el otro día no se lo puse, una hojita de laurel. Se pone al fuego y se colocan los sarmales, los rollitos de col, unos al lado de los otros, apretaditos y con la parte por donde los cerramos para abajo. Se pone a fuego lento la cazuela, tapada, hasta que veamos que empieza a menearse (la tapa, qué va a ser si no) y entonces la destapamos y dejamos que se terminen de hacer los sarmale y que la salsa espese. La verdad es que estaban buenísimos. A estos dos elementos les gustaron y el Juanjo Mata se lo perdió porque estaba maluscón y no pudo venir a comer, pero ya se los haré otro giorno cualquiera, que como es sabido, siempre hay más días que panes. Hasta otra.