domingo, 28 de noviembre de 2010

Un dribling a las grasas (comiendo carne)



Como quiera que hace tiempo que no pongo nada serio en este blog que en teoría va de las cosas del comer, que son como las del querer, quiere decirse igual de ricas, pues aquí van unas codornices, baratas, ricas, nutritivas y ligeras para el body, que vienen tiempos de mucha grasa y mucho despendole. Así que codornices, que tienen menos tocino que una llave inglesa, con su poquito de salsa, eso sí. Pero con no mojar pan, será suficiente. Hasta pronto (o eso espero).
Codornices al moscatel
.- Tomamos media docena de codornices y les separamos los muslos y pechugas. En una olla con agua y sal, ponemos las carcasas, muslos y pechugas, más una hoja de laurel, puerro, pimienta, romero un un clavo de olor.
Cuando empieza a hervir este caldo que estamos haciendo, se añaden palitos de patata y zanahoria, dejando ya la olla destapada. Esperamos a que estos palitos (que nos servirán de guarnición) estén tiernos pero enteros aún, para apagar el fuego y dejar que se enfríe todo o por lo menos a que no esté muy caliente.
Se toman entonces los muslitos y pechugas, se pasan por harina y se fríen en aceite bien caliente, dejándolos doraditos. En una olla ponemos las pechugas y los muslos ya dorados, se añade vino moscatel y caldo del que tenemos en la olla, pasado por un colador, como es natural. Se deja hervir a fuego vivo, hasta que reduzca la salsa. Se presentan en el plato dos muslitos y dos medias pechugas sobre las verduras cocidas, se puede adornar por encima con unos espaguetis, por ejemplo, que hacen muy bonito, y una hojita de perejil.

domingo, 14 de noviembre de 2010

La Última Cena


Una imagen de la instalación en la galería Fernando Serrano. El texto que acompañó a la acción está más abajo.

Estuve invitado hace unos días, como os anunciaba, en la galería Fernando Serrano con objeto de llevar a cabo una acción o performance, como se suele nombrar a estas cosas ahora. La Última Cena tenía como objeto reflexionar sobre la pintura y sobre nosotros mismos a través del montaje de una mesa para trece, Jesucristo y los doce apóstoles, pero con el formato actual de las mesas tal como las encontramos en las celebraciones. Una mesa larga y al fondo, dejando un lateral largo para el tiro de cámara, como tantos pintores y grabadores la han dispuesto a lo largo de estos casi últimos dos mil años, y sobre ella únicamente lo que cuenta la Biblia: vino, aceite, pan y sal. Un montaje al fin y al cabo muy cinematográfico, con una silla caída en el suelo, reflejando que algo grave pasó en aquella velada (a Judas Iscariote le acusaron nada menos que de ser un traídor), y un único cuchillo sobre la mesa, el de Pedro. Pero al margen de simbolismos, que eso en realidad fue lo de menos, ofrecí esa reflexión de la que os hablaba, y que va en realidad dirigida a los artistas, a quienes ofician a diario sobre una tela o sobre una tabla, con un lápiz o una gubia, con las manos en suma, para crear. Crear y emocionar con esas creaciones. Pero mejor será que leáis, si os place, este que allí relaté.



Os voy a contar un cuento.


En el principio de todo esto, el hombre tuvo necesidad de ampararse en la idea de dios. Por eso lo creó. A su imagen y semejanza.


Durante largos milenios este dios tuvo distintas formas, aunque todas representarían la misma idea de ese SER TOOOODOPODEROSO capaz de crear el cielo, la tierra, y todas las cosas que en el cielo y la tierra son. Pero resultó que a medida que el hombre fue descubriendo la razón que había detrás de esta cosa o de aquella otra, cuando fue averiguando los mecanismos que mueven el mundo, se fue desembarazando de algunos dioses que ya no le eran necesarios.


Así vino a ocurrir, en resumidas cuentas, que llegó el día en que no necesitó más que uno, un dios, y ese ser único, al ser eso, único, terminó imponiéndose a todos los demás, hasta reinar sobre los cielos y sobre todas las tierras que él mismo había creado.


Algunos de nosotros, por lo que aventuro en vuestras sonrisas de mona lisas, ya no vamos necesitando ni tan siquiera esa idea de dios todopoderoso creador del Cielo, de la Tierra y de todo lo que en ella hay. De hecho, muchos alternábamos el biberón con los Stones, que simpatizaban con el diablo, o con ese señor Anderson, que parecía un flamenco cuando tocaba la flauta, aquél que desde la portada del Aqualung, un álbum entonces prohibido en España, nos contaba algo parecido a lo que les avisaba servidor al principio: recuerden aquello de que in the beguining the man created god...


En resumidas cuentas, que ahora vamos conociendo la inutilidad de ese ser superior. Inútil incluso para el sobresaliente empeño, cada vez más explicable y conocido, de ser o causar el origen de todo este lío en el que andamos metidos: la propia existencia.


Tal como asegura Stephen Hawking en su última obra, de reciente aparición y que pronto se presentará traducida al castellano, Dios no hacía falta para meterle el cerillo al asunto y provocar el Big Bang. De hecho, el conocido y controvertido acelerador de partículas tiene entre otras la misión de darnos a conocer qué ocurrió en el instante siguiente a la Gran Explosión. Y eso es acercarnos ya lo suficientemente a la Creación como para andar adorando a un señor con barbas que todo lo puede y todo lo jode. Para esto último, léase simplemente la prensa del día.


Para muchos otros, en cambio, la idea de Dios único y omnipotente que nos ha acompañado en los últimos milenios, justamente desde la herejía akhenatónica hasta ahora, sigue siendo lo suficientemente satisfactoria, al menos, para que algunos vayan a misa todos los domingos y fiestas de guardar, y por supuesto para cubrirles ciertas necesidades: la más perentoria de ellas, poder entender que no estamos solos y que por ahí debe haber alguien que vela por ellos. Qué Dios les ampare.


Lo de un Dios único y verdadero, como auspician todas las religiones del libro de forma más o menos categórica (para esto, que le pregunten a Salman Rushdie), nos llegó a las culturas mediterráneas desde el Oriente Próximo. Más o menos debió surgir en la misma zona desde la que penetró hasta el Antiguo Egipto y dónde no llegó a prosperar más allá de la XVIII dinastía, en la que nació, se desarrolló y feneció. Pero el que la sigue, la consigue, y unos mil años más tarde, ya estaba de nuevo esa idea de un Dios único y verdadero, todopoderoso y omnipotente, velando por nosotros. Qué tío.


De hecho, en un tiempo con overbooking de profetas, como fueron los años en los que los julio-claudios mandaron sobre el mundo conocido y parte del por conocer, uno de aquellos profetas llegaría a alcanzar su objetivo. Precisamente este que cuentan que cenó con sus discípulos la víspera de ser vendido por uno de ellos, atrapado luego por milicias del ejército de ocupación, sometido a juicio por el abuelo de Herodes Agripa, compañero de andanzas juveniles de Cayo Julio César, Calígula o Sandalio, como prefieran, y luego condenado antes de ser ejecutado. Como marcaba la ley.


Nota al margen: refiérese lo de ejecutado después de condenado a Jesús de Nazaret. A Calígula, simplemente lo pillaron unos legionarios por banda y lo dejaron como un colador.


Desconocemos qué habría podido pensar por aquél entonces este Jesús de Nazaret de su postrer triunfo, cuando muchos años después de morir y resucitar, sus seguidores, una minoría fanática a tenor de las escasas fuentes de la época, se empeñaban no sin esmero en perseguir a todo bicho viviente que tuviera la ocurrencia de no creer en un dios único, verdadero y todo lo demás. Como marcaba y marca la ley. En este caso la del propio dios.


Miren ustedes por dónde, los persecutores que ya no eran perseguidos, sino todo lo contrario, acabaron con el generoso pastel romano. En el que cabían todo tipo de dioses. Ahora uno, aunque trino, y sanseacabó. La herejía que importó tan ricamente Akhenatón, al fin y al cabo y ya fuere por tablas o por muertas, mil y pico de años después, terminó triunfando.


Tocaba ahora montar el chiringuito. Pablo de Tarso, se ocuparía de ello. Y de manera eficiente. Vive dios.


Este prodigio de pragmatismo, sentaría las bases de la religión que llevaría el nombre de aquél profeta muerto por sus semejantes y a quien él no llegó a conocer. Pero había madera. Las enseñanzas del Maestro daban al menos como para construir una iglesia. Y él, la levantó. Lo de Pedro, es otra cosa. Sepan que una cosa es Zapatero, y otra Rubalcaba.


En todas las religiones hay una ceremonia fundamental, una liturgia, una celebración. En la católica se fijó la que Jesús el Nazareno dejó en la última cena pergeñada a sus discípulos: Haced esto en mi recuerdo, dijo. Partió el pan y lo dio a sus discípulos, luego escanció el vino y lo dio a probar a quienes deberían de reunirse, después de que ascendiera a los cielos, para continuar con la obra, el opus que le dicen, con la misión de dar a conocer la existencia de ese dios único y verdadero, todopoderoso y omnipotente, en cuya gracia la Humanidad se salvaría el día del juicio final. Porque todas las historias, como todos los cuentos, incluso esta que nosotros protagonizamos de manera consciente o no, la vida, tienen su final.


Es éste de la celebración, el momento más importante de los protagonizados por Jesús y sus discípulos. Aquél que habría de conmemorarse ya para siempre y sobre el que se establece toda la liturgia de una nueva religión que a la vuelta de los años se convertiría en la única permitida, en la que se iría encargando, cada vez con más afán, de perseguir a todo aquél que osara desviarse un ápice de las enseñanzas de Jesús de Nazaret. En esta película, como en todas, ya se sabe, siempre termina ganando el bueno.


A nadie de los presentes, a estas alturas, puede extrañar ya que siendo el momento más trascendente, el que se sigue celebrando en recuerdo y homenaje de dios hecho hombre, la Última Cena, su representación, haya sido una constante en los últimos dos mil años de la Historia del Arte. Que es otra historia.


Desde las húmedas y turísticas catacumbas romanas, hasta en el lienzo de algún que otro reputado artista contemporáneo, se ha venido representando esa escena, esta que tenemos también aquí. Esta que a alguno le ha servido, por ejemplo, para rastrear las costumbres culinarias de cada época o, si se quiere hilar más fino, las dietas y por lo tanto el progreso económico de una Humanidad que además de rezar se ha ocupado, y bastante bien por cierto, de vivir cada día un poco mejor.


Desde las citas bíblicas que sólo mencionan la frugalidad del pan, el aceite, el vino y la sal: lo que sería una cena habitual de una familia judía hace dos mil años, a los manteles rebosantes de tiempos más recientes, las últimas cenas nos hablan de un progreso y de una manera de entender la vida de la que el artista, de forma consciente o, lo que es mejor aún, inconsciente, ha ido dando cuenta.


Bueno será que nosotros ahora celebremos semejante fuente de información o de inspiración, o de las dos cosas a la vez, recordando sobre este bodegón mínimo que el artista, lejos de encontrar la salvación eterna, lo que afortunadamente pudo encontrar con su trabajo cotidiano, fue el modo de llevar unas habichuelas a casa, aunque fuera a cuenta de una institución, la iglesia, que poco a poco ha dejado de ser mecenas y amparo para los artistas.


Al mismo tiempo que desaparecía tan interesante patrocinio, estas estampas que hasta no hace mucho ilustraban en patinados bajorrelieves de latón los salones comedor de nuestros abuelos, fueron desapareciendo de galerías y bienales de arte, a no ser como hoy, que celebramos un tiempo nuevo, aunque no por distinto mejor, en que el artista, atado por la libertad de acción, no debería olvidar que lo esencial sigue siendo la creación en sí, la forma hermosa y el equilibrio en la composición, en los ritmos cromáticos y formales que siempre antes, como ahora y se representara lo que se representare, el artista ha buscado y debe continuar buscando.


En eso, algunos, no hemos cambiado. A los demás, que Dios les ampare. Ahí os dejo una creación, un bonito motivo. Se seguirá representando, pierdan cuidado. Tanto, no hemos progresado


Bernardo Romero


Noviembre de 2010. Galería Fernando Serrano


Parque empresarial del Molino de Viento. Trigueros (Huelva)

jueves, 4 de noviembre de 2010

Acción en la galería Fernando Serrano

Este viernes 5 de noviembre, a las ocho de la tarde, realizaré una acción en la galería de arte Fernando Serrano (Parque empresarial del Molino de Viento. Trigueros -a la entrada por Huelva-). Con el título "La Última Cena" se hace un repaso, no sin cierta acidez y descreimiento, a los avatares de la acción artística. También se repasan algunas cuestiones de índole metafísica, pero al fin y al cabo, lo que haremos será intentar hacer sonreir y reflexionar a algunos de los presentes. A la totalidad, no me comprometería yo tanto.
La acción, a medio camino entre la performance y la charla (me tendréis que aguantar unos minutos, cuatro o cinco como mucho) cuenta con la colaboración de la empresa de cátering Arcos3 y de la Cooperativa Oleocampiña de Trigueros, que han servido algunos de los materiales que se incluyen en la performance. Quisiera invitaros a todos a que estéis en la prestigiosa galería el viernes, si no en presencia sí en esencia. Los presentes podrán disfrutar de la pintura de Ramírez Vega, un extraordinario y joven pintor que a mí me tiene encandilao desde que conocí su pintura hace unos años, y de otra exposición con una selección de la obra de algunos de los artistas que han pasado por la galería en sus veinte años de existencia: Roberto Coromina, Juan Carlos Lázaro, Xaverio, Rorro Berjano, Laurie Thomas, Federico Alonso, Francisco Peinado, Mercedes Lara, Sara Lezameta... También quiero hacer público mi agradecimiento al galerista, que siempre ha tenido hacia mi persona un trato amable y de respeto hacia la trayectoria que en mis treinta y tantos años de carrera profesional he desarrollado en distintos medios de comunicación.
Nota: en el apartado "Amigos" tenéis un enlace que os lleva directamente a la Galería de Arte Fernando Serrano (www.art-website.com)

lunes, 1 de noviembre de 2010

De nuevo en el viejo blog

Como ya sabéis la mayoría, ha cerrado la edición onubense de El Mundo, así que además de que un puñado de buenos profesionales se han quedado en la calle y sin cobrar todo lo que se les debe (a servidor tampoco le han finiquitado), ya no tengo periódico para escribir y tal como está la cosa, no creo que lo encuentre. A partir de ahora utilizaré el primer blog que abrí con intención de ir reproduciendo lo que escribía para El Mundo - Huelva Noticias: www.bernardoromero.blog.com que lo tenía practicamente inactivo. Así que ya os podéis pasar por allí. Saludos.