Un filete de ternera que sobró del otro día, algo duros en la plancha, ergo hay que guisarlos en lugar de plancharlos. Y así planchaba así, así, / así planchaba que yo la ví. Pues bien, se ponen dos dientes de ajo laminados en una sartén y se trocea el filete, a continuación se saltea todo, se añade casi nada de sal, un poco de tomillo, pimienta y romero. Se dan dos vueltas más y más por enrear que por otra cosa, y se añade vino de oporto y agua hasta cubrir el invento. Fuego lento y a que se vaya evaporando el agua y el vino, que ya dejará su aroma dulzón y delicioso en la carne. Cuando la carne ya casi está, añadimos unos nízcalos, pinateles, rebullones, o como quieran que llamen vuesas mercedes a los Lactarius deliciosus. Ea, pues ya está almas mías de mi alma y de mi corazón, ahí tenéis unos
Nízcalos con ternera al oporto que están para chuparse los deos, de verdad de la buena. El plato lo he intentado adornar con sésamo y más tomillo seco.
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lunes, 18 de noviembre de 2013
sábado, 16 de noviembre de 2013
La globalización de andar por casa
Es fantástico. No llueve ni equivocao y los pinares de Cartaya que aviaban antes nuestra despensa, tan feraces en temporada de nízcalos, están más secos que el ojo Maillo, pero podemos rapiñarnos tan ricamente unos nízcalos de la Sierra de Aracena con nueces de la Sierra, también de Aracena, cocinados con aceite de Trigueros y vino del Condado, tan sólo con pasarnos por el mercado del Carmen. La globalización, que también en Huelva tenemos nuestra globalización, chiquenina, pero globalización al fin y al cabo. Y la globalización, qué quieren que les diga, tiene estas cosas.
En la Huelva global y colombina nos comimos un plato absolutamente delicioso, riquísimo os lo juro, estos nízcalos, pinateles, rebullones, o como quiera que en su pueblo de usted, amable lector, llamen a estos anaranjados hongos del género lactarius, al deliciosus, más común, y al sanguifluus, más infrecuente pero más sabroso, sin contar con un tipo de L. deliciosus que parasitado por otro hongo de cuyo nombre no me puedo acordar, toma un aspecto blancuzco, una dureza excepcional, y un sabor inconmensurable. De estos he podido recolectar bastantes cuando era andarín de campos y no de plazas de abastos como ahora. El caso es que todo el mundo, al pensar que están malos, los tiran o simplemente los dejan en el suelo que es su morada. Pero vamos a lo que vamos, que ya sé que a los internautas no os gusta perder el tiempo y queréis textos breves e ir al grano, o como en este caso, al
Nízcalo con nueces al aroma del Condado.- Limpiamos de tierra unos nízcalos (ayer en la plaza de abastos estaban entre ocho y diez euros el kilo, según puesto y calidad) los troceamos y ponemos a fuego medio en una cazuela donde se andaban friendo unos ajos pelados y cortados a lo largo y a la mitad. Los ajos deberán estar a punto de ponerse dorados cuando echemos los nízcalos. Y ya prácticamente hemos terminado. Tantos prolegómenos para tan poca receta, dirán ustedes, y tienen razón. Bueno, añadimos sal y pimienta, pero no demasiada sal, pues no la necesitan, y se dejan saltear un poco para añadir un puñadito de nueces (peladas, no sean burros). Se da una sola vuelta y se echa un chorreón generoso de vino blanco seco del Condado de Huelva, aunque si viven ustedes en otra parte de la globalización, sea Nueva Zelanda, las Azores o el Polo Norte, pues bino blanco seco del que ustedes quieran, espumoso o sin espumar, de aguja de hacer croché o de hilvanar. Vino blanco, cojones. Bueno, pues sacad ya los nízcalos con nueces pues el vino se nos ha evaporado ya y es el momento de sacar la setas de la cazuela y pasarlas al plato, pues deben estar al dente y no blanduchas, que es como suelen ponerlas en todos lados vaya usted a saber por qué. Un poquito de perejil picado por encima alegra el plato, pero a mí me gusta más con esa gama de colores que veis supra. Ea, condieu.
lunes, 20 de diciembre de 2010
Nízcalos con chorizos

Nízcalos con chorizos.- Se saltean cuatro o cinco, da igual, dientes de ajo partidos por la mitad, con su piel, da igual, y se añaden dos chorizos de esos pequeños de Jabugo que llaman jabuguitos, o los que tengais por casa, da igual. Limpiamos siete u ocho nízcalos, revellós, rebullones, níscalos, pinatelles, pinateles o como os de la gana llamarlos, da igual. Se trocean y se añaden a los ajos y el chorizo que estará ya, a estas alturas, empezando a soltar su pringue, si no pues nada, da igual, nosotros echamos los nízcalos. Seguimos salteando un par de minutos, no más, e incluso dos minutos es demasiado, pero en fin, dos minutos, da igual. Añadimos un chorreón más que generoso de vino blanco del Condado, o del que tengais en la bodega, da igual. Se sube el fuego para que reduzca el vino y se pone sal y pimienta. Se espera a que los nízcalos se queden en su pringue, que será un instante y ya está. Se comen recién salidos de la sartén, y esto no da igual, que tienen que estar calentitos... y sobre todo enteros, no demasiado pasados de cocción. Los nízcalos deben quedar enteritos, que se noten en el diente.
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