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miércoles, 6 de julio de 2011

Aprovechar los restos

Tenía un poco de crema pastelera que me sobró de un pastel, y también chocolate que hice para una cobertura y también me sobró. Estaban en el frigorífico ocupando sitio, así que me acordé de un postre absolutamente contundente, la zuppa inglese, la sopa inglesa de los italianos, que la llaman así por una manera que tienen los ingleses de aprovechar restos de tarta para hacer eso, un postre. Pues bien, me puse manos a la obra y con una lata de melocotones en almíbar que llevaba tiempo en la despensa, un tarro de mermelada de moras que hizo mi cuñada con moras que cogió del campo, y unas soletillas que me fui a la tienda a comprar, me marqué una maravillosa
Zuppa inglese.- Es fácil a más no poder. Si se tiene crema pastelera y un poco de chocolate de cobertura al que sólo es menester añadirle un poco de agua y volverlo a calentar para obtener una estupenda crema de chocolate, claro está.
Se tomarán las soletillas y se mojarán con algún licor, con el que tengan. Yo, con vino de licor de naranja (extraordinarios los del Condado de Huelva). En el fondo del tazón, o mejor un recipiente de cristal, para que se vean los colores del postre, que quedan muy resultones, se pondrán estos bizcochitos empapados en licor, pero no demasiado, que todavía tienen que aguantar lo suyo. Sobre ellos se pica medio melocotón en almíbar por postre, y encima, crema pastelera que apenas los cubra. Otra vez soletillas empapadas en licor, y encima mermelada de la que tengais por ahí: yo de mora, como queda dicho. Otra vez crema pastelera, otra vez soletillas y encima o por todo lo alto, como prefieran, la crema de chocolate. Al frigorífico para que esté fresquito a la hora del postre. Cuidadito con lo que se hace, que está muy buena, pero es contundente como ella sola. Como es natural, admite todo tipo de variaciones.
Post scriptum.- olvidé hacer la foto antes de y la hice después de.

lunes, 3 de marzo de 2008

El recuerdo inglés

Dejaron muchas cosas en la Cuenca Minera y en la capital, en Huelva y en Corrales, donde estaban los puertos desde los que la colonia británica exportaba el mineral hacia la metrópoli. Aquí, en las colonias, nos quedó el empuje que dieron a la sanidad, la educación, los transportes... todo desde un punto de vista colonial, obviamente, pero no se deberá olvidar que donde estaban los ingleses había prosperidad, mano de obra y salarios más que dignos. Vean si no el aumento tan espectacular de la población en Ríotinto, o la procedencia de quienes allí fueron a trabajar para entender lo que supuso el auge minero en Huelva durante el final del XIX y hasta bien entrado el XX.
En lo que a nosotros respecta, dejaron algunos dulces y pastas, los escones por ejemplo, y esta mermelada inglesa que acabo de hacer, y que sigo haciendo, después de que Lola me trajera veinte kilos de naranja amarga recién cortada en Los Mimbrales y destinada a la exportación. Con estas magníficas naranjas, excepcionales de aspecto y en mejor punto, estoy haciendo
Mermelada de naranja amarga al gusto inglés.- Para un kilo de azúcar, se tomarán sies naranjas amargas, una dulce grande y un limón. Por un lado se extrae la pulpa de todas las naranjas, dulces y amargas, y del limón. Se estripan con las manos y se dejan 24 horas en contacto con sus huesos o pepitas. Se picará en tiras finas la cáscara de tres o cuatro naranjas amargas y se dejará igualmente, cubiertas de agua, 24 horas en reposo.
Al día siguiente se ponen en la olla las tiras de cáscara junto al agua en que estuvieron en remojo, más la pulpa convenientemente colada por el colador chino o por un tamiz donde podamos extraer todo el jugo y dejar la pulpa lo más seca posible, la cual se despreciará. Ya sólo queda poner todo al fuego y añadir un kilo de azúcar. Cuando salga la cuchara de madera con la que movemos la mermelada, goteando lentamente, y el color se haya oscurecido, se apaga el fuego y, yo al menos, aprovecho para meterla en los botes, que estarán bien limpios y esterilizados. Se cierran con la mermelada caliente, para que el propio calor haga el vacío al enfriarse.

sábado, 12 de enero de 2008

La delicia de mezclar dulce y salado

Que se sepa, lo contrario de lo dulce es lo amargo, y de lo salado, pues lo soso. Empiezo aclarando esto pues en más de una ocasión me encuentro con quienes se emperran en considerar a lo dulce como lo contrario de lo salado. Pues entonces, la propuesta que os voy a hacer sería absurda, pues si cosa contraria fueran, se quedarían en nada. Es como cuando nos enseñaban en el cole aquello de que menos uno más uno era igual a cero, a nada. Qué tontería entonces andar sumando, sumando para nada. Pero el profesor no solía ser de igual parecer y se emperraba -otro- en ponerme un cero en el examen, con lo cual para qué hacía exámenes si después me freían a ceros. En fin, en un país tan surrealista como la España franquista, no se permitía discurrir de manera surreal. Para que vean como es la vida de dura con los librepensadores.
Volvamos a lo nuestro, que hoy va a ser... ta chán, ta chán, una novedad de hace veinte años por lo menos, pero que nos la pusieron por delante en la última reunión de la Academia Gastronómica, celebrada (la parte lúdica, claro está, la parte seria fue en la Subdelegación del Gobierno) en el restaurante Mesón La Luna, ubicado en las mismitas murallas de Córdoba. Que por cierto, vaya magnifico garito que conocí en las noches califales, nada menos que un antigua casona barroca, con patio orlado de columnas y arcos, florido de jazmines y damas de noche, de limoneros y no me acuerdo de más porque estaba muy oscuro, donde te ponen la birra a euro y el güisqui a poco más, donde se reúne lo más florido de la noche cordobesa a cantar por tientos y por soleás, por seguriyas y bulerías, donde el arte triunfante está hasta altas horas de la nuit y de dónde salí directamente para el catre (no me levanté hasta pasadas las doce y media de la mañana y porque me llamaron desde el periódico para preguntarme que qué pasaba con el artículo que tenía que mandar sobre todo un descubrimiento, el pintor Manuel Cruz Fernández (vide, almas mías, mi otro blog, el más serio). Total, que me dio el tiempo justo de aliñar un artículo, escribir una carta al presidente de la Academia para que invitara a todos los honorables académicos a la presentación de mi nuevo libro y para coger un taxi e irme directamente al restaurante donde se cerraba con un fraternal almuerzo el acto académico antedicho. Llegado a La Luna -donde siempre estuve, pero en sentido figurado- me plantifiqué al ladito mismo del señor presidente, y ataqué, con gula pero educación, los surtiditos de ibéricos que orlaban el blanco mantel, el mismo que casi a los postres recibió una generosa copa de un vino de la tierra que usía (el señor don Juan Carlos Alonso, no yo) tuvo a bien derramar sobre el fino paño de holanda y mis calzones, de modo y manera que parecía que uno estaba con los problemas de próstata ya encima, pero no. Resistireeeeé, como le canta Chaparro a los del Betis y cómo cantaba el Dúo Dinámico en esos tiempos en que también cantaban aquello de quince años tiene mi amor, que eso lo cantan ahora y los meten directamente en la trena. Pero en fin, vamos que no llegamos y como quiera que ya me he enredado bastante, pues vamos directamente a la
Anchoa sobre tostadita con mermelada de tomate.- En primer lugar habrá que ir preparando la mermelada, que es lo único que tiene de complejo este rico tentempié. Tomaremos un kilito de tomates de temporada, no de los de ahora, que no saben a nada. Los rayamos, una vez limpios de piel y de pepitas, y los mezclamos con tres cuartos de kilo de azúcar y el zumo de un limón. Se dejarán en el frigorífico de un día para otro, o doce horas, que es lo mismo, pero menos lírico. A continuación se les añade un clavo de olor, o dos si gustan las emociones fuertes, y se cuecen a fuego lento y moviendo de vez en cuando, unos tres cuartos de hora aproximadamente. O algo más si hiciera falta. Y ya está. Ahora se trata de meterlos en sus frasquitos de cristal y ponerlos al baño María para cerrar los frascos cuando están suficientemente calientes. En lo que respecta a la receta, pues se pondrán tostaditas mínimas y sobre ellas una cucharadita de mermelada de tomate. Se envuelve sobre sí misma la anchoa, de Santoña si pudiera ser, y se coloca encima de la tostadita con mermelada. Una delicia. Simple y sabrosa. Come io.