viernes, 3 de abril de 2009

90 días de penitencia (60)

Desayuno
  • Café bebío
Nada más, que hoy tengo fiesta y tengo que llegar a punto.

Almuerzo
  • Jamón
  • Gambas blancas
  • Arroz caldoso con mariscos y una aceituna
  • Carne al oloroso con romero
  • Vino blanco (cantidad indeterminada)
  • Vino tinto (dos copitas solo)
  • Cerveza (tres o cuatro)
  • Ron (media botella)

Fiesta con los del Instituto. Pepe corta el jamón como nadie, perfecto. Las gambas excelentes, del Dioni, que tiene un módulo en la lonja y se las compra Juan José (1oc) que es amigo suyo. Yo fui compañero de clase de David, el hermano de Dioni, que está ahora de jefe de prensa con Zapatero. Un crack y una bellísima persona.

El arroz lo hago yo con la ayuda de Javier y otros colegas del Instituto. Utilizamos una paella capaz para cuarenta raciones, aunque creo que somos más, pero con apartar un poquito menos a cada cual, pues nada, todo se arregla, y además hay muchas más cosas en la mesa que yo, dietista confeso y mártir como soy, no pruebo. Pero vamos al arroz: Un refrito de cebolla (imprescindible para el arroz caldoso), ajos, pimientos, zanahoria, laurel, espárragos trigueros y luego tres puñados de guisantes, otro tres de habas y los chocos, que les puse tres también, de trasmallo y vivos, que no os quiero ni contar el trabajito que me costó limpiarlos y quitarles la piel, además de la grima que da ver a estas criaturitas del Señor morir de semejante manera en tus propias manos. Cortarlos, ya es otro cantar y además, como están muertos, pues no les importa. Unas vueltas y cuando los cefalópodos (palabreja que significa que tienen los pies en la cabeza, como otros tienen en el testuz cuernos y cosas de esas) empiezan a cambiar de color y textura, se echa un poquito de sal (al que le guste más salao, que se ponga el salero al lao. Mira, me ha salido una rima), pimienta y azafrán en hebras que no majé porque no tenía maja, no por otra causa o razón. Otra vez a dar unas vueltas con el cucharón de palo y luego el arroz. Dos kilitos de bomba, que es el mejor aunque tarde más tiempo en hacerse, y como además el arroz se hace él solito, vamos que no hay que ir cociéndolos grano a grano ni nada de eso, pues no importa. Se le dan unas vueltas y se echa el caldo de haber cocido las cabezas de un kilito de gambas, el caldo de haber cocido las cabezas de otro kilito de langostinos (si los langostinos son de esos que ennegrecen el caldo, entonces no) y agua suficiente, que yo lo hago a ojo, pero ustedes deberán medirlo y hacerlo en una proporción de dos tazas y media de líquido por taza de arroz. El arroz bomba tarda algo más de veinte minutos en hacerse, luego al cuarto de hora añadimos los langostinos y las gambas ya pelados, como es natural, unos mejillones y almejas que es lo único que irá con cáscara, las almejas digo. Cuando está listo el arroz, que debe quedar cremoso y suelto, no como si fuera una sopa de arroz, ni como si fuera un típico arroz en paella levantino, que están secos, pues se adorna con unas tiras de pimiento morrón y perejil troceado no demasiado fino. El punto final, que es lo mejor del plato, es una aceituna negra, sin hueso, que se pone justo en la mitad.

El solomillo lo troceé y luego lo pasé por la plancha para dorarlo un poco. Luego refreí dos cebollas grandes y enteritas, bien picadas. Sobre ese refrito eché un litro de oloroso del Condado, concretamente de la Cooperativa Vinícola del Condado, que es excelente. Le di un hervor y cuando se evaporó el alcohol, metí allí la batidora eléctrica y trituré la cebolla con el vino hasta hacer una especie de cremita ligera. Ahora metí los solomillos que ya tenía troceados y pasados por la plancha (hice quince solomillos) en esta cremita ligera a la que añadí agua para que se terminaran de hacer los solomillos. Recuerdo que le puse al guiso unas pasas, sin pepitas ni mariajosés, romero, tomillo, sal y pimienta, un chorrito de miel y a fuego fuerte hasta que la salsa nuevamente volviera a espesar. Ya está.

Lo del bebercio fue excesivo. Me pasé diez o doce pueblos, así que dormí la mona hasta el día siguiente (hoy), a las nueve de la mañana. Catorce horitas de reposo que me vinieron de perlas.

Merienda

  • Nada

Ya os decía que estaba dormidito o catatónico, que viene a ser lo mismo.

Cena

  • Nada

Seguía dormidito.

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