martes, 17 de marzo de 2020

Gastromerón (2)

Parece ser que los acaparadores no tienen ya sitio libre para tanto papel higiénico, por lo que andan más tranquilitos y hoy vamos a realizar un nuevo intento para salir a comprar. Al menos una barra de pan. Ayer salí en pijama a tirar la basura, sin afeitar y despeinado, y en el mínimo trayecto me crucé con una pareja con sus mascarillas y se echaron para un lado. La acera es ancha y no me atreví a sonreírles, no se fueran a molestar. En todo caso estoy con el pan terminándose de hornear y estoy con unas alubias que quedaron del viernes o del jueves pasado. Si están aptas para el consumo, pues nos las jincamos, en caso contrario hay más restos por el frigorífico. La ensalada sí que la tengo preparada y es la que os presento hoy. Como ayer hice una lasaña (también con restos) y me sobraron dos láminas de pasta, pues las dejé en remojo y mirad lo que he hecho rebuscando en la nevera: palitos de cangrejo (surimi), pepinillos en vinagre, lechuga, manzana, mahonesa, orégano y una salsa agridulce algo picante, tailandesa, que compré compulsivamente y ahora va a caer seguro, porque llevar lleva más de tres meses en el frigorífico.
Pero antes el cuento. Érase una vez un trabajo rutinario de docentes y discentes, profesores y alumnos hartos de coles. De pronto vino una guerra silenciosa que metió a todo el mundo en casa. Acojonados, los discípulos y los docentes. El caso es que la situación tan extraña a la que se enfrentaban, lejos de ser consideradas como unas vacaciones, los puso a todos a cavilar. El resultado, para no irnos por las ramas, es que todo el mundo se puso a currar, y gracias a este invento de la telemática, está todo funcionando la mar de bien, y no sólo eso, sino que se está aprendiendo para el futuro. De todas las crisis se sale reforzado, decía un líder político de grato recuerdo al menos para mí, aunque ahora muchos lo pongan verde porque fuma puros y toma el sol en la cubierta de un modesto yate. De modo que colorín, colorado este cuento no se ha acabado. Nos queda al menos mes y medio enclaustrados en casa, lo cual algunos no lo llevarán bien y otros podemos estar hasta encantados, haciendo lo que nos gusta, leer y hacer cosas, incluido eso de trabajar, verbo que siempre he evitado conjugar, sustituyéndolo por el más agradable de pasarlo bien. Así lo he intentado hacer siempre y así lo sigo haciendo, hasta el punto de que igual me jubilo cualquier día de estos sin saber qué es eso tan desagradable de trabajar del que me hablan a veces, muchas veces. Pero en fin, ahí va lo de la ensalada prometida.
Ensalada agridulce de lasaña y surimi
ingredientes:
  • dos láminas de lasaña
  • lechuga
  • pepinillos en vinagre
  • surimi (palitos de cangrejo)
  • cebolla morada
  • manzana
  • orégano
  • salsa agridulce y picante tailandesa (póngase kétchup o cualquier otra)
  • mahonesa
elaboración:
A remojo las láminas de lasaña precocida toda la noche y ya está. Picamos fina media hoja de lechuga y la mezclamos con pepinillos bien troceaditos, el surimi en palitos, un poco de cebolla morada y manzana, igualmente muy picaditos. Mezclamos mahonesa de bote con un poco de la salsa que tengamos a mano y un chorrito mínimo de agua. Ea, a emplatar para que quede como veis en la imagen. El orégano al final para que quede mono el plato. Servir con la lámina superior a medio abrir.




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