martes, 24 de marzo de 2020

Gastromerón (7)

Si las tendencias continúan, la semana que viene se habrá contenido el crecimiento de los contagios del coronavirus. Esto no quiere decir que se haya acabado con él, simplemente que los casos son menos y así el sistema sanitario podrá atender a todos los afectados y además contar con el material necesario. La batalla continúa por otros derroteros, hasta un final que seguro que llegará más pronto que tarde y es el control absoluto sobre esta pandemia. El único modo que hay de controlar una epidemia es teniendo un número suficientemente alto de personas inmunizadas que evite la propagación. Para ello, lo mejor obviamente, es contar con una vacuna. Si el 100% de la población estuviera vacunada, no haría falta nada más, pero el caso es que todavía no está lista, aunque se la espera pronto. De momento todos los que han sido dados de alta, y quienes la han pasado sin darse cuenta siquiera, niños y jóvenes fundamentalmente, ya están inmunizados. Pero hacen falta más, hace falta una vacunación masiva. El aislamiento está logrando frenar la pandemia, que haya menos contagios para que los hospitales no se colapsen. Repito esto porque es importante saber que todavía queda camino, pero un camino mucho mejor que aquel al que conducía la idea de Boris Johnson de acudir a la panacea de la inmunidad de rebaño (herd inmunity creo que es en inglés). La inmunidad de rebaño se logra con vacunas o haciendo que toda la población pase por la enfermedad y se inmunice, lo cual habría llevado al Reino Unido a una catástrofe asistencial y a una morbilidad extrema. Una estupidez, como corresponde a un tipo que desde lejos se le ve estulto en grado sumo (no sólo en España hay estúpidos en la política).
En tres o cuatro días estaremos en el punto de inflexión de la curva. A partir de ahí tocará bajar porque el aislamiento está funcionando y tendremos tiempo no sólo de encontrar el mejor tratamiento, sino de contar con vacunas, lo cual nos llevará a doblegar a este virus como se han doblegado miles de ellos a lo largo de la historia. Recuérdese entre muchos otros a la peste bubónica, que diezmó a la población del viejo continente desde sus primeras apariciones en tiempos del Imperio Romano, hasta ya bien entrada la modernidad. Pues bien, esperemos que el verano, las altas temperaturas y consecuentemente unos índices más altos de rayos ultravioletas, nos den una tregua. Para después ya habrá vacunadas correctamente testadas y procederemos a dar la última y definitiva batalla al covid-19. En fin, vámonos que nos vamos con un clásico que hemos leído muchas veces en las novelas pero que igual nunca hemos probado, los huevos benedictine, más fáciles de hacer de lo que suponéis. Ahora que no me podréis negar que tenéis tiempo, vamos a ponernos el delantal y disfrutar de este plato para una cena, por mucho que sea plato de media mañana, ideal para días de resaca en que nos levantamos tarde, un plato para el brunch (de breakfast, desayuno, y lunch, almuerzo) pero que nosotros, como nos portamos bien, lo haremos mejor para cenar, para una cena temprana, claro.

Huevos benedictine
ingredientes:
  • huevos 
  • jamón cocido
  • mantequilla
  • limón
  • pimienta
  • sal
  • rebanada de pan de masa dura
elaboración:
A ver si puedo explicarlo bien explicao.
Primero, tostar rebanadas de pan de masa dura, preferentemente, y colocar una en cada plato que vayamos a preparar.
Mientras que uno va tostando el pan, otro que vaya haciendo la salsa de la siguiente manera, pero prestad atención y hacedlo como os digo, si no la vais a liar. Es más fácil de lo que parece. En un cazo se mezclará la yema de un huevo con un chorro generoso (sin pasarse) de zumo de limón y sal. Con las varillas se procederá a batir la yema hasta que se integren bien con el zumo y la sal, que quede homogéneo, vamos. A continuación ponemos el cazo a fuego bajo (pero bajo) y añadimos una cucharada de mantequilla. A dar vueltas hasta que se integre bien. Añadimos otra cucharada sopera de mantequilla y a menear de nuevo con las varillas. Vamos a ver, llegará un momento que al mover aparecerá el fondo del cazo, que permanecerá un instante mínimo bien visible. Pues bien, ese es el momento para apartar el cacharro del fuego porque es de suponer que ya tenéis una salsa de textura como la de la imagen.  Mientras, otro que se ponga a escalfar los huevos, uno por plato: Agua a punto de hervir, cascamos los huevos y los depositamos en una taza para poder deslizarlos en el agua suavemente.
Se unta el pan tostado con un poco de la salsa, se coloca jamón cocido, de york o del que más os guste, encima y un huevo escalfado en todo lo alto. Se cubre generosamente con más salsa y...chan ta ta chán. Veis cómo no era tan complicado. Ea, a disfrutar queridos míos de mi alma y de mi corazón.

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