jueves, 17 de julio de 2008

don Antonio y don Pedro (Ximénez)

Entre la leyenda y lo que pudiera haber ocurrido, siempre hay un largo e inextricable trecho. Es obvio que lo más cercano a la realidad es la leyenda, que al menos está fundamentada en la tradición oral, que modela las cosas a su antojo y conveniencia, mientras que lo real es mucho más concreto y aburrido. De ahí que podamos optar por aquello de que los vinos de Pedro Ximénez se deben a un pobre soldadito de los tercios de Flandes que se trajo una cepa de las riberitas del Rhin que había llegado allí desde Canarias vía Madeira. Todo un disparate. Pero mejor que la pura realidad, un tipo de cepa mediterránea cuyo cultivo se pierde en la noche de los tiempos. Lo que les digo, entre la leyenda y lo que pudiera haber ocurrido, es más gratificante elegir el cuento.
A don Antonio, castillejero de pro, le interesa la leyenda, aunque como historiador no tenga constancia de soldadito español alguno que con ese nombre tan vulgar como es Pedro Jiménez pudiera haber estado a las órdenes del duque de Alba. A don Antonio, como a don Pedro si hubiere existido, por el significativo hecho de que el hombre hubiera tenido que cargar en el petate una cepa o varias de uva desde las guerras en las que enterramos el oro y el moro americano, hasta la mismísima Castilleja de la Cuesta, le interesa además de la historia, el vino. Y entre todos los vinos este excelente Pedro Ximénez con el que vamos a elaborar unos estupendos
Solomillo al Pedro Ximénez.- Se tomará un solomillo de cerdo ibérico y se le pondrá un hilo de aceite por un lado y por el otro. En una sartén de fondo grueso, y previamente puesta al fuego, fuerte, se coloca el solomillo y se hace por un lado y por el otro, todo lo rápido que nos interese, pero de forma que quede hecho por fuera y crudito por dentro. A la sartén donde hemos asado el solomillo y ya fuera del fuego, le echamos un chorreón generoso de Pedro Ximénez. Ayundándonos con una cuchara de madera, raspamos el fondo al tiempo que movemos la sartén, para desprender todos los jugos que se hayan solidificado en la dicha sartén. Todo lo que resulte lo echamos en un cacito, al que añadiremos más Pedro Ximénez y un poco de sal, dejándolo reducir hasta que quede espeso.
Ahora se pueden hacer dos cosas, según el gusto de cada cual. O bien cortamos en rodajas el solomillo y las pasamos por la salsa que estamos haciendo, presentándolas con unas setas salteadas en aceite de oliva con perejil, sal y pimienta, y napada la carne con la salsa, o bien metemos en el horno el solomillo para darle un último calentón y lo servimos con la salsa aparte, pero las setas, en todo caso, son un buen acompañamiento. Y colorín, colorado, este cuento se ha acabado, teniendo final feliz si se acompaña la carne con un vino con personalidad, amplio en la boca y resistente a los sabores de la carne y, sobre todo, de la salsa.

6 comentarios:

Zapateiro dijo...

Siempre me gustó el solomillo y siempre me pareció estupendo el Pedro Ximénez, así que la conjunción de ambos ya puedes hacerte una idea lo que me parece...

Un saludo.

Juan Duque Oliva dijo...

De otra cosa que tengo que aprender en tu blog: de vinos. Me gustan fríos con eso te digo todo.

Saludos

Bernardo Romero dijo...

A ambos dos os digo que tenemos unos generosos en Huelva de auténtica categoría. Osrecomiendo, para un mediodía caluroso, el oloroso seco a la temperatura que es menester consumirlo, a la de bodega, es decir, fresco. Lo de la temperatura es un auténtico despropósito. Ni se deben consumir congelados, ni tampoco se pueden consumir a temperatura ambiente en estas latitudes. Imaginaos un tinto a temperatura ambiente del Cerro del Águila, pues que no hay quien se tome semejante cosa. Cuando se dice que el tinto hay que consumirlo a temperatura ambiente, se quiere decir que a temperatura ambiente de la bodega. Yo con esto de los vinos soy absolutamente liberal (como en todo en la vida), utilizo buenos vinos para hacer ponche, para hacer un cup o para hacer sangría. También para cocinar utilizo el oloroso seco del Condado, que para algunos es un contradiós y para mí un auténtico gustazo. Acabo de hacer un pollo al curry (del mismo Madrás), y puse a pochar una cebolla, cuando estaba tiernecita, la mojé con oloroso seco del Condado, que es el vino que ahora mismito me estoy tomando para quitarme la calorina de después de la siesta, y no veas como me ha salido el pollo. Pero esta os la cuento en el blog, es simple como ella sola y os puedo asegurar que deliciosa. Un abrazo a ambos dos. Agur.

Antonio dijo...

Ya sabía yo por Moe que es usted capaz de enfrentarse, por partida doble, a los estómagos y a las mentes más exigentes.
Y su amable y extensa contestación me lo confirman, don Bernardo.

Desde ahora, en el espacio síquico que ocupaban Arguiñano y mamá (q.e.p.d.) cuando hago el patán en mi cochambrosa cocina, ocupa usted un lugar preferente.

Otro día y no esta vez, por prevenir empachos de preguntas, le inquiriré acerca de su apellido Romero, puesto que en mis ancestros valverdeños tengo alguno.
Si le gusta la genealogía, cuente desde hoy con los datos de mi árbol.

Un abrazo.

Bernardo Romero dijo...

Querido y notable amigo, si recuerda usted costumbres familiares como la de no permitir que el pan esté bocabajo en la mesa o no mezclar en la misma comida pescado y carne: No lo dude, usted como aquí servidor es "Romero" de pata negra, o mejor dicho, de ninguna pata, pues nuestros ancestros pasaban de comer jamón por aquello de los preceptos y otras tonterías propias de la religión (con lo cual tenemos trabajo atrasado, yo me atiborro cada vez que puedo). Hace años, en compañía de mi anciano y venerado padre (va para 93 y nos acabamos de vendimiar unas birras y unas caballitas en el bar de la esquina, que las ponen muy buenas) anduve rebuscando por arcones de archivos parroquiales indagando nuestros orígenes. Nos quedamos a principios del XVIII en Galaroza y en casa de un señor que guarda lo que pudo recoger de la iglesia parroquial cuando le metieron fuego en el 36 (el hombre, como ve que en los papeles suele aparecer la firma y sello del rey, dice que son papeles directamente de S. M. y está muy contento con todos esos legajos que son para él un tesoro). Mi señor abuelo, como quiera que mi padre y yo mismo, somos hijos de padres viejos, fue a nacer en Valdelarco en 1863. En Valverde tengo familia pero no tienen nada que ver con el apellido Romero, sino con Muñoz, ya que un tío materno mío se instaló allí después de la guerra y tuvo puestos de pescao en la plaza de abastos.
Saludos y un abrazo.

Zapateiro dijo...

Antonio a lo mejor tenemos algún pasado que nos una de alguna forma porque mi familia es valverdeña y llevo por apellido Romero, como Bernardo.