jueves, 13 de marzo de 2008

Acertar, ni con lo más simple

Es tremendamente cierto que lo simple nos sirve para aliviarnos de las cargas que la continua búsqueda de lo hermoso, de lo agradable, nos alcanza a pesar sobremanera sobre el lomo.
Ayer por la tarde hice un guiso de revoltillos - un lío de tripas y grasas de cordero que no debe de tener más allá de tres meses - con semilla de hinojo, jamón y culantro - cilantro fresco, para los que no sois de Huelva - que me salió estupendo y que prometo revelaros cómo se hace en breve, pero después de haber estado toda la mañana en la cocina, cocinando los revoltillos y haciendo otras cosas para los niños, que los revoltillos no los quieren ni ver, tuve que andar trabajando toda la tarde y cuando terminé, estaba hartito de tó y no tenía ganas na más que de morirme. Así que cuando vino Lola - que es mi novia, mi paciente y guapísima novia - y me dijo que le hiciera una cenita, me dije que no tenía ganas de meterme en la cocina, y cómo venía cansada y tampoco tiene uno presupueso para llevarla al restorán que ella se merece, pues celebramos en casa su santo, que es mañana, viernes de Dolores. Así que además de regalarle un iboprufeno (por lo del viernes de dolores, que hay que andar explicando hasta los chistes malos - le hice una cenita con velas y pétalos de rosas - de invernadero- sobre el mantel. Bueno, además del iboprufeno, le regalé una pequeña obra de arte de Hugo Pratt y otro clásico, Spirit.
Para la cena, aproveché un picadillo de culantro que hice al mediodía, quitando todo el líquido que había soltado y disponiéndolo sobre el plato de forma excesivamente historiada, que más que picadillo de culantro se podía definir como "ensalada tibia de pimientos rojos con reducción de Botarroble - un vinagre del Condado excepcional - al aroma del cilantro recién cortado", porque el culantro -cilantro para los que sois de otro lao - sí que estaba recién cortado de la maceta que me trajo el otro día Pilar Barroso. Además de esta delicia, con nombre historiado o sin él, le hice una cosa simple que sé que le gusta porque se lo hacía su madre:
Huevos rotos.- Cortamos patatas como si fueran para hacer una tortilla, a lascas relativamente menudas, y las ponemos a freír en abundante aceite de oliva. Cuando están listas, le echamos una yema de huevo por comensal, revolvemos con decisión y a los tres segundos y medio sacamos patatas y yema a medio freír y rota del aceite. Vamos escurriendo patatas y yemas con la espumadera y la ponemos sobre los platos en que vayamos a servir los huevos rotos. En el aceite, que no se ha quitado del fuego, se echan las claras y se van partiendo con el canto de la espumadera, no del loco, que ese es otro. Echamos las claras fritas y rotas por encima del huevo y le ponemos a todo sal fina a gusto. Servir enseguida, pero sí las patatas están muy calientes, se corre el riesgo de que tu novia se cabree porque se ha quemado la lengua. Y es que uno nunca termina de acertar. Qué se le va a hacer. La vida es así.

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