martes, 3 de agosto de 2010

Un pingüino en los corrales

Bueno, por aquí ando otra vez. O inotrefuá que dicen los franchutes. El caso es que macabo dacordar de mi abuelo, Bernardo Muñoz, cantaor y maestro escuela represaliao en la dictadura de Primo, que fue extrañado a Huelva por su militancia anarcosindicalista. En Huelva casó con mi abuela, Natividad Torvisco más conocida como Natividad la Beata, porque iba a tomar los hábitos cuando mi abuelo a lomos de una caballería se largó hasta Aracena para sacarla del convento en el que estaba. Y me acuerdo de ellos a pesar de no haberlos conocío, porque el tenedor que aparece en el retrato superior, debe ser de mi abuela. Tega valor o no lo tenga, estamos ante una pieza única, porque es la única que quea.
El abuelo, que la palmó de una neumonía mal curá en 1920, era de Jerez y familia de otro Bernardo Muñoz que fue torero (Carnicerito), banderillero con Álvaro Domeq y muchos otros, el Litri entre ellos, además de mozo de espadas de Belmonte. El caso es que esa es la única vinculación cierta que tengo con el mundo del toro. Bueno, eso y que de vez en cuando no está mal ver una corrida de toros.
Por necesidades de la edición onubense de El Mundo, que necesitaba un contrapunto a las críticas de don Carlos Crivell, crítico taurino al que admiro como ustedes no se pueden imaginar, llevo varias temporadas escribiendo una crónica de toros en Colombinas. A pesar de ello y de cierta afición que tuve en mi años mozos, soy como un pingüino, si no en el ascensor, sí en los corrales. De hecho este año me he apartado de la gente experta que se arracima en el palco que la empresa propietaria del coso de La Merced habilita para la prensa, y me he largado al tendido alto del 5. Allí, con una discretita libreta de guardas azulonas, como un aficionado más, tomo alguna que otra nota que me sirve para luego escribir una especie de contracrónico o algo así.
Y claro está, ya que voy, pues me paso por el puesto de la carne que se ubica precisamente bajo el tendido del 5 y me compró lomo para luego filetearlo y ponerlo sobre las brasas, y carne de primera. Dos kilitos de esta carne he metío en tomate. Y no ha quedado la cosa nada mal. Ahí va eso.
Carne de toro metía en tomate.- Hago un refrito que no me acuerdo bien qué le puse. Supongo que su poquito de cebolla, ajitos, pimiento, zanahoria y un par de hojitas de laurel. Luego le añadí la carne troceada, un poco de pimentón dulce, y meneé un poco el asunto hasta que la carne cambió de couleur. Le endiñé entonces un vasito de vino blanco, creo que tomillo, pimienta, sal y un chorreoncito de salsa Perrins. Lo dejé todo estofar un ratito, hasta que el vino se volatizó. Y luego, cómo no, tomate. Lata y media de tomate triturado, que quiere decirse como un kilo de tomate, que por cierto me equivoqué y abrí una de tomates enteros, me cago en la leche. Pero esa la aproveché para hacer una pimentada de culantro pero sin culantro porque ahora con el calor no hay. Ay, Señor, Señor, ponnos buenos a todos.
En fin, por dónde iba (que por cierto lo han subío estos cabrones. El iva digo). Ah, pues ya está, que le puse una mijita de azúcar para que no estuviera muy ácido (Ay, la psicodelia, qué tiempos aquellos) el tomate. Se espera a que el tomate esté frito y la carne tierna y se acabó.

3 comentarios:

X dijo...

No sabía yo que en la misma plaza vendían la carne aún calentita jajaja. Yo del toro solo he probado el rabo, el de arriba, pardiez, qué bueno está.

Bernardo Romero dijo...

Hombre, el toro tras morir en la plaza es desollado en lugar apropiado y con las garantías exigidas por Sanidad. Luego se suele vender su carne en carnicerías especializadas o en la misma plaza, como ocurre en Huelva, que tienen el puesto de carne debajo del tendido 5. De modo y manera que la carne no se vende como es natural el mismo día, sino al día siguiente. Yo compré carne de uno de los toros de Albarrán que se lidiaron el primer día en una corrida de rejones. La carne es distinta a la de ternera, hay que guisarla más tiempo, pero tampoco tanto. En Trigueros, por ejemplo, hay un puesto de carne en la plaza de abastos donde venden carne de toro de lidia de la ganadería de Cuadri, porque todos los toros no terminan en una corrida de toros, sólo los que más valen, los más bravos, el resto, las vacas etc... terminan como el resto de terneras o bueyes en el matadero municipal. Por eso no es serio que se pretenda que todos los toros mueran de esa forma. Un toro bravo debe morir en una plaza de toros. Si se acabara la fiesta, porque el público dejara de ir a las plazas, simplemente, el toro bravo desaparecería. Sería una especie más en la lista de especies que se extinguen. De hecho sólo hay toro bravo donde hay corridas de toros. En Libia o en Creta, en el Milanesado o en Tunisia, que se sepa, el toro bravo, que existir, existió, ya no existe. Así de fácil, pero ahora ve y explicale esto a quienes quieren terminar con las corridas de toros simplemente porque en su simpleza mental lo identifican con la palabra España que tanto odian y desprecian esos elementos. En fin, estos tiempos, que están que marean.

X dijo...

Tomo nota, maestro. Pero me quedo con el toro ya guisado, lo de antes cuanto menos sepa mejor.