jueves, 21 de febrero de 2008

Ya pueden llover croquetas

Desconozco de dónde demonios puede venir el nombre de este blog al que llegué a través de los blogs recomendados por mi estimado y admirado amigo Andrés Marín. Suele tener comentarios la mar de jugosos y algunos entretenidos y divertidos, que a ciertas edades es lo que mayormente vamos buscando. El caso es que eso de que "ya pueden llover croquetas" ha sido el motivo de que de vez en cuando me meta en el blog para curiosear lo que por allí rueda. Ahora, concretamente, cosas de Semana Santa, las cuales no me interesan demasiado, pero reconozco que son unas fiestas con evidente tirón popular, medida y suntuosa puesta en escena, tambores y trompetas, más por supuesto, el tío de los coquis, el de los globos y los puestos de churros y hasta de turrón. Una fiesta como Dios manda.
Zapateiro, que es el enigmático nombre del conducatore de este blog valverdeño con tintes sevillanos (ahí, una pista: uno de Valverde, aunque sospecho que es una, que estudió en Sevilla y se quedó a laborar allí, como tantos, que Valverde es pueblo muy dado a la diáspora y tiene una nutrida representación por los cinco continentes). En su última entrada, a fecha de hoy, se duele de los guardianes de la tradición por el tremendo desatino de no permitir que algunas mujeres no puedan ostentar cargos en las Hermandades de Penitencia. No me he podido reprimir el introducir un comentario en el que incido en algo que uno supone ya sabido, la esclerosis que se apodera de una tradición cuando se intenta conservar en el congelador y no dejarla que marche con los tiempos, lo cual es lo que la hace mantenerse, viva, pero sobre todo mantenerse y persistir. Ahí tienen el ejemplo de El Rocío, donde muchas de las tradiciones no tienen más allá de cuatro telediarios y se consideran como tales, tradiciones. El Rocío, consecuentemente, está vivo. Es una tradición viva, que persistirá.
Cuando las tradiciones no tienen objeto alguno, cuando están para el arrastre, quedan en manos de estos talibanes de la tradición, que se encargan de que no se muevan un ápice y, por lo tanto, puedan morir de su muerte natural. Es fantástico como el mundo camina sin necesidad de tutores, de profetas y mulás, de santones o diablos que creen estar en posesión de la verdad. El mundo, a pesar de todo, camina, evoluciona. Ahí tienen ustedes el preclaro ejemplo de los políticos, incapaces de cargarse el mismo sistema democrático que les sustenta, y eso que ponen todo su empeño en ello; o los presidentes del gobierno, que se suceden unos a otros sin conseguir que España, por ejemplo, se vaya al carajo. Y eso que también ponen su empeño las criaturitas, desde Sagasta a Zapatero o desde Prim a mister Ansar. Tós por igual valientes.
En fin, dedicado a ese entretenido y envolvente blog antes citado, y en la esperanza de que continúe lloviendo (agua) para que tengamos gurumelos este año, ahí tienen ustedes mi manera de hacer
Croquetas de gurumelos (Amanita ponderosa). - En una perola de fondo grueso, se pondrá una lámina de aceite y cuando empiece a calentar añadimos una cebolla picada toda ella muy fina. Repito, muy fina, para que termine desapareciendo en la masa que vamos a obtener. Antes de que se ponga la cebolla transparente, se añade perejil, varias ramas, muy picadito también. Se deja que se haga y antes de que las cebollas tengan intención siquiera de dorarse, se añaden los gurumelos, bien limpios y obviamente, también muy picaditos (podremos utilizar los pies y los sombreros, que en Huelva llamamos cazoletas, guardarlas para otras elaboraciones). Se menean bien gurumelos, cebollas y perejil para que se integre todo bien y se añade tan sólo sal, pimienta negra y, en todo caso, unas ralladuras de nuez moscada, aunque se puede prescindir de ellas para mantener más el sabor del gurumelo. Ya quedará tan sólo añadir unas cucharadas de harina, se mueve bien hasta que desaparece y se añade entonces leche, poco a poco, hasta conseguir una masa consistente. La masa estará lista cuando cruzamos la perola con la cuchara de madera y comprobamos que la masa se abre como el mar ese que cruzaron los judios en "Los diez mandamientos", rodada por Cecil B. de Mille el mismo año en que nací yo (que planeta reinaría, por donde quiera que voy, que mala estrella me guía) y que tan sólo consiguió precisamente el óscar a los mejores efectos especiales (John Fulton).
Dejaremos reposar la masa hasta que se enfríe, aunque si la dejamos de un día para otro, pues mejor, porque más fácil será darles forma (están más apetitosas, pequeñitas, pero hay que trabajar más, claro está), envolverlas en huevo batido como para tortilla, primero, y luego por pan rallado. Freir en aceite bien caliente, en tandas de pocas croquetas para que no baje la temperatura del aceite, pues si no, se pueden abrir y presentar un aspecto bastante deplorable.
Recién fritas, calentitas, están estupendas. Pero no me digan que no están buenas frías, cuando uno llega a casa a las tantonas y se encuentra el tupperware o tapergüé lleno de croquetas. Hummmm... No, ni ná.

3 comentarios:

Andrés dijo...

Qué hambre, coño!!!

El infame de la turba

Zapateiro dijo...

Qué sorpresa Bernardo.Estoy pasando unos días en Suiza y echando un vistazo al correo ví en la bandeja de entrada un correo de nuestro amigo común Andrés informándome de tu post.

Me he sonrrojado al ver el nombre de mi blog en el tuyo, pero para bien,¡eh!.

Me alegra que te guste el nombre, tiene a su espalda una divertida anécdota y de paso deja ver mi afición por tan exquisito manjar, sobre todo por las de mi madre "la pequeña gran Conchita".

Un saludo, un placer que de vez en cuando me visites y puedas entretenerte con mis cosas.

Bernardo Romero dijo...

Es evidente que como las que hace tu madre, no hay nadie que las haga igual. A mi me pasaba lo mismo, así que tuve que aprender a hacerlas igualitas a las que ella hacía. Mis hermanos dicen que son iguales. En fin, ahí está la receta de las que yo hago. Cuando las hago de carne, les pongo un poquito de hierbabuena y cuando las hago de pescado, apenas les pongo nuez moscada, sólo un poco para que recuerde el sabor de siempre. Para terminar y no darte la vara demasiado, creo que en la fritura radica el éxito final. Deben estar crocantes por fuera, como su nombre indica, y eso sólo se consigue con una buena temperatura y evitando echar muchas a la vez para que no baje la temperatura y se forme la costra exterior rápidamente. Agur. Seguiré visitándote.