viernes, 17 de octubre de 2008

Asalto al fortín

Muchos fueron quienes intentaron sin éxito asaltar la bien amurallada y mejor situada ciudad de Bizancio, Constantinopla o como ahora la nombran Istambul. Pues más complicado aún que asaltar la ciudad del Cuerno de Oro, es que los niños coman verduras. He aquí pues un método eficaz de asaltar semejante fortín, el siguiente
Pastelitos de verduras.- Tomamos las verduras que nos plazcan y que los niños no quieren ver ni en pintura: col, zanahoria, apio, cebolla, pimiento, judías verdes, calabaza... Las limpiamos, pelamos y cortamos, cada cual según su historia, como es natural. Tomamos una cazuela capaz y ponemos las verduras, agua que las cubra suficientemente y un chorreón de aceite más algo de sal, no demasiada, que la mucha sal es perjudicial para quienes tenemos una tensión arterial acorde con nuestro estilo de vida y nuestros kilos de más. Ponemos todo a cocer.
Una vez que haya cocido todo, colamos una tacita del caldo y nos lo quedamos para nosotros solitos, que ahora nos va a hacer falta. Al resto le metemos la minipimer y lo convertimos en crema de verduras, así de fácil.
Cocemos un huevo. Bueno, ya puestos, cocemos varios, uno para utilizarlo ahora y el resto para hacer huevos rellenos por ejemplo, porque mira qué cocer un huevo sólo y solo. Eso no tiene perdón de Dios, qué despilfarro de energía... anda que como se entere Zapatiesto, te echa la culpa de la crisis esta que no es cosa suya, sino de los americanos, los del norte, claro está, y de paso de Rajoy, que está el hombre que no se entera de cómo se la están metiendo doblá el ameno, dinámico y diabólico tándem De la Vega - Rubalcaba, que a este paso, si hubiera elecciones, le van a sacar más puntos que el Obama al McCain, que no hay color. Bueno, sí lo hay pero es hermosamente ebúrneo y no de ese blancuzco mortecino que luce el senador por Arizona. Pero volvamos a lo nuestro, que es que los niños coman verduras, por Dios y por todos los santos.
Picamos una manzana de esas golden, bueno exactamente la mitad, la otra la guardamos para que se oxide y se ponga fea para poder tirarla luego. Tomamos un sobrecito (ver instrucciones según marca) de gelatina neutra y la mezclamos con esa tacita de caldo de la cocción de las verduras, que ya estará frío. Mezclamos bien la gelatina con el caldo mientras cuece de nuevo la crema de verduras hasta que empieza a entrar en ebullición. Entonces la pasamos al cazo o cuenco donde tenemos el caldo mezclado con la gelatina y batimos con energía, cantando alguna canción patriótica tirolesa, por ejemplo.
Bueno, pues prácticamente ya está. Paciencia, que es la madre de la ciencia. Picamos la media manzana, el huevo y cinco o seis pepinillos en vinagre si son de los pequeños, si son de esos enormes, entonces con que piquemos uno será suficiente. Todas estas picaduras selectas, más un par de cucharadas de mahonesa (de bote, no os vayais a marear) las añadimos a la mezcla de la crema de verduras con el caldo que teníamos mezclado con la gelatina neutra, que anda que no me explico bien ni nada, para que luego algunos se quejen. Vamos, hombre. Pues ya está. No os estoy diciendo que ya está. Tomamos unos moldecitos del tipo que sean, los lubricamos con aceite y le echamos la mezcla. A la nevera tres horas y sanseacabó.
Se presentan estos pastelillos junto a un bouquet de brotes tiernos y, en su caso, con alguna linda florecilla de esas que tanto se usan ahora y tan de moda están: pensamientos, pétalos de rosa... Napamos, quiere decirse que cubrimos levemente, con salsa mahonesa ligerita (la de bote batida con una mijita de agua) y en todo lo alto una aceituna negra. Ya para obtener nota, se trazará una línea de esquina a esquina del plato con perejil muy picadito, casi pulverizado, y terminamos de decorar con tomatitos de esos pequeñines partidos a la mitad y puestos del revés, es decir, con el corte para abajo, como si fueran pequeños botones rojos realzando una bonita y equilibrada composición.

jueves, 16 de octubre de 2008

Más pinchos (morunos)

En el apartado amigos, tengo al pincho moruno con su espléndido blog "Frito variado", que nuevamente os recomiendo. En él tiene, obviamente, una versión del pincho moruno con una encantadora historia, como en todas sus entradas. Aquí tenéis otra versión del pincho moruno que os ofrecí con ocasión de haber descubierto este magnífico blog del que os hablo. Ahora vengo a daros otra versión que acabo de hacer, más dulzona y exótica aún, pero que ha salido fenomenal del recurrente
Pincho moruno (o así).- Tomamos carne de cerdo o jalufo, con perdón, y la troceamos convenientemente como para pinchitos, claro está. Le ponemos sal y pimienta y la dejamos a un lado. En un bol ponemos una cucharada de miel, un chorreón de salsa de soja, un par de cucharadas de aceite de oliva, jengibre rallado, cominos recién molidos, el zumo de medio limón y espero que no se me haya olvidado nada. Ah, sí, culantro y perejil, que ya he dicho tropecientas veces que el culantro son las hojas frescas del cilantro, que en Huelva y en muchos países suramericanos se les llama así, culantro con u. Pues ya está, se menea todo bien meneado y se echan ahí los daditos de carne pilopitrópica. Se espera media horita por lo menos para que maceren bien y a la plancha con ellos metidos en su correspondiente brocheta.

sábado, 11 de octubre de 2008

Vacación

Parece ser que hace tiempo que no vengo por aquí. Y en efecto, ando con un proyecto editorial nuevo, recetas para tiempos de crisis. Del cual ya os iré dando pistas y sobre todo ánimos para que lo compréis. De momento aquí estoy, en Villanueva de Córdoba, comiendo cagajones y otras delicias, además de un jamón que me está quitando las ganas, como dice el niño de Lourdes, de comer jamón hasta el año que viene, justo cuando se celebre de nuevo la feria del jamón de Villanueva. Pero en fin, ya os volveré a ofrecer recetas para la crisis y para lo que no es la crisis esta en la que dicen que andamos metidos. Un abrazo a todos, y perdón por la vagancia, pero es que esto de las vacaciones de verano es que hay veces que se prolongan en demasía. De momento, viva Villanueva y su jamón. Hasta pronto.

martes, 30 de septiembre de 2008

Sencillo y sabroso

Me compro una pata de cordero, bueno, una patita de corderito a juzgar por su tamaño. ya que no alcanza los cuarenta centímetros de larga. Al margen de que el carnicero es de fiar, el tamaño delata la edad del corderito, que debió de comer hierba una sola vez después del destete. En fin, una patita de cordero para disfrutar dos o tres personas a lo sumo.
Cuando la tengo delante mía, meditando cómo hacerla, si de este modo o de aquél, me ilumina una luz, presumiblemente divina, por el tono azulado y el acompañamiento de música celestial que tenía el fogonazo, y determino hacerla al horno tal cual. O casi. Un poquito de aceite, vino blanco de aquí del Condado, sal, pimienta y un poco de tomillo, ajos y laurel. Ya está. Nada de rellenos ni cocciones desmesuradas, sino el tiempo justo para que se haga esta sabrosa
Pata de corderito al horno.- Tomamos una bandeja de horno y echamos seis o siete dientes de ajo partidos a la mitad, tres o cuatro hojas de laurel que si son muy grandes las partimos por la mitad para repartirlas bien por el fondo de la bandeja. Ahora tomamos la patita, la lubricamos con aceite de oliva, no demasiado, por cada lado, al tiempo que le ponemos sal, pimienta recién molida y un poco de tomillo, que si está todavía algo verde, pues mejor. Echamos un chorreón de vino blanco en el fondo de la bandeja y al horno a unos 210º, por ejemplo.
Nos vamos a hacer lo que haga falta, cosas normales de la vida misma: regar los geranios, las pidistras o el jazmín que hemos tenido que podar de forma radical porque estaba hecho un fenómeno de la naturaleza. O coser un calcetín, cosa que está desapareciendo ya hasta del imaginario colectivo, por lo que es bueno recuperar esa imagen al menos con un sentido puramente literario. Bueno, ya está, han pasado veinte minutos y es hora de dar la vuelta a la pierna de cordero. Echamos más vino, pues se habrá consumido el que pusimos antes, y pelamos un par de patatitas, que cortaremos en ruedas no muy finas y las pondremos en la bandeja, con la pata por encima. En fin, que metemos de nuevo en el horno la bandeja y esperamos pacientemente a que esté la carne doradita por fuera y tierna por dentro. Se acompaña de vino tinto según preferencias de cada cual. Y nada más, a disfrutar.