viernes, 1 de julio de 2011

¡¡Niñaaaaa, laaaas caballaaaaas!!



A duro el par, las pregonaban. Al caer la tarde, los vendedores, a pie y los más pudientes en bicicleta, recorrían las calles de Huelva con esa canción, inherente al verano: "Niñaaaaa, las cabaaallaaaaaas. A duuro el paaaar". Luego en casa las asaban y se servían con tomates y cebollas aliñadas. Vino blanco del Condado, que entonces los tintos todavía no habían entrado lo suficiente en el mercado. Los niños no comíamos caballa asada, en todo caso nos daban un pellizquito de este que es un magnífico pescado azul. Los niños estábamos más por el helado, que también lo pregonaban Arturo y Jorge a bordo de su triciclo con remolque delantero aislado del calor. Le oíamos bajar por el Conquero y ya estábamos con los dos reales en la mano: de crema tostada y tutti fruti, vainilla o limón. Esta mañana he estado en la plaza con un colega, hemos comprado una caballa hermosa, reluciente: un euro y medio. Hemos hecho fideos con caballa, tal como los aprendí de un marinero de Punta Umbría que de vez en cuando nos hacía un arroz o unos fideos en lo del Gordito Morales o en los chiringuitos que tuvimos mi primo el Picúo, el Queto y el Alfonso a mediados de los setenta. Marcha por la noche, hasta el amanecer. Al mediodía, comidas marineras y por la tarde playita y, en su caso si sobraban fuerzas, barco. Cualquiera aguanta ahora un verano de aquellos. Pero los fideos con caballa, los recuerdo perfectamente. Y los sigo haciendo, para esto sí que tengo cuerpo. Sobrado además. Ahí van los
Fideos con caballa.- En una cazuela amplia se pone la caballa, descabezada y limpia de sangre y tripas. Se le pone sólo una hojita de laurel, su sal y medio limón. La dejamos cocer hasta que veamos que está en su punto. Reservamos por un lado la caballa, a la que le quitamos todas las espinas; por otro el caldo de haber cocido la caballa, bien colado.
En una paella o cazuela amplia, con una lámina de aceite nada más, se pone cebolla, ajo, pimiento y medio tomate maduro, todo bien picadito, se menea hasta que la cebolla está transparente y entonces se añaden los fideos, que se saltearán para que se pringuen bien y luego queden enteritos y no apelmazados. Se pone sal, pimienta, pimentón y tomillo, se vuelve a dar una vueltecita con la cuchara de madera y se añade un chorreón de vino blanco del Condado o de dónde quiera que sean ustedes, queridos, amables y pacientes lectores a los que no tengo olvidados, es que estoy en otros asuntos, cojones. Pues bien, el vino que sea afrutado. Esperamos un minuto y añadimos el caldo de cocer la caballa, el suficiente, arreglado a los fideos que hayamos echado. Se colocan los lomos de la caballa en todo lo alto y se espera a que los fideos estén en su punto, al dente como dicen los italianos, y ya está.
Nosotros éramos dos solamente, pero llegó mi niño el grande a comer y no hubo problema, siempre es mejor echar fideos de más, que sabido es que es mejor que zozobre que no que zofalte. Os puedo asegurar que estaban los fideos absolutamente extraordinarios. Un abrazo y espero volver ahora más a menudo, pero sigo escribiendo, como un loco: novela, teatro, cuentos, hasta un informe he tenido que escribir esta mañana para cosas del trabajo, que luego dicen que los docentes no trabajamos. Me cago en la leche, no trabajamos. Bueno, condiós que estoy cociendo marisco que vienen unos pocos esta noche a cenar, con champagne francés que le hemos comprado a Maribel, la de Tierra Nuestra. Y de paso he comprado una poquita de vino para estos días: Riojas y Toros, que están últimamente que se salen.

sábado, 25 de junio de 2011

Guacamole de mortero


Los mejicanos trituran el aguacate en unos morteros de piedra volcánica, el molcajete le llaman. Nosotros aquí, como no vayamos a Canarias a comprar uno, lo vamos a tener que triturar en un mortero normal y corriente, de madera, no creo que nadie se moleste por ello. El caso es hacer un guacamole sencillo y sabroso, triturando un par de aguacates en el pequeño dornillo de madera que seguro tenéis en casa. Pero vamos a la receta, que para un día que me pongo, me enrollo como una persiana.
Guacamole.- Tomaremos dos aguacates que estén en su punto justo, que no es ni verde como un repión, ni demasiado maduro. Los cortamos a la mitad, le damos al hueso un certero golpe con la parte afilada del cuchillo y tiramos de él haciendo un elegante golpe de muñeca. La pulpa la echamos en el mortero junto a un chorreón de aceite, sal y guindilla de cayena molida, a gusto de cada cual, aunque en realidad esto es un atajo, pues debería haber ido al corteinglés a por una latita de chiles serranos y utilizarlos, que es lo suyo, pero qué más da, la cosa es hacer un guacamole para el partido de España que empieza dentro de un ratito.
Pues bien, se maja todo junto y se echa en un bol, el mismo al que irán a parar dos tomates maduros, sin piel ni simientes, picados muy finos, así como un trocito de cebolla fresca también picada muy fina, como una cucharada sopera y media o algo así. Por último se toma culantro y se pica fino, como una cucharada y media más o menos, pero esto es a gusto del consumidor.
El culantro, que estoy hartito de decirlo, es el cilantro, las hojas verdes, que se utilizan mucho en el Alentejo, en el Andévalo y en la ciudad de Huelva, que es más andevaleña y portuguesa de lo que algunos creen. Pues ya está, ale, a ver si juegan como tienen que jugar y le metemos unos pocos a los suizos, un equipo en el que hay gente de todos lados, como en los bancos, que hay dinero de todo tipo, de las drogas, de la trata de blancas, de las empresas irresponsables con el medio ambiente, de los poíticos corruptos, de los dictadores, de los asesinos a sueldo, de los profesinales del terrorismo... En fin, un país muy civilizado y democrático, como podrán comprobar si van algún día por allí. De momento, nosotros le vamos a dar para el pelo a este personal dentro de un ratito: !!!España, España, España...¡¡¡

martes, 31 de mayo de 2011

Vacaciones

Sigo de vacaciones. Espero que para finales de junio o ya para después de agosto, pueda estar de nuevo aquí. Un abrazo a todos mis queridos amigos y admiradores, sin cuya insistencia no sería lo que soy... pero ¿qué soy?

miércoles, 20 de abril de 2011

Torrijas y ¿una copita?

Una cosita rápida para no haceros perder el tiempo, que en estos internetes nuestros de cada día, deben ser raúdos y precipitados. Sin remisión. Esto que en la imagen veis son unas torrijas y un vino de naranja, concretamente el de la Cooperativa Vinícola del Condado, que es dónde mayormente me aprovisiono regularmente para mi consumo particular. Ahora os paso la receta de las torrijas aunque yo creo que alguna Semana Santa pasada os la he pasado, pero en fin, os la vuelvo a poner que tardo menos que en comprobar si ya están en el blog. Lo del vino de naranja, no. Y lo del vino de naranja viene a colación por el hecho de que cuándo en Huelva terminas una comida en un restaurante, el camarero, satisfecho por el pastón que te estás dejando, te invita a una copita. Tú, que ya estás liado después de haberte jartao de vino, dices que sí. Craso error. A continuación el camarero se encaja en la mesa con unos licores de dudosa procedencia, orujos dice que son, de un color así como verdoso que invita a salir corriendo, pero como quiera que estás que no te puedes mover, pues te quedas allí y ya que estás, pues te lo bebes para no quedar mal con el camarero que te acaba de meter un puñal con ierrepeefe del que no te recuperas ya hasta final de mes. Cuando no son licores de hierbas, es de orujo o es pacharán, que a ver qué coño tenemos que ver nosotros con el pacharán y menos con el pacharán barato. Incluso hay veces que el tío va y te dice que el pacharán es casero. Entonces échate a temblar o vete directamente al Ambulatorio, porque lo de casero quiere decir que se lo ha comprado a un precio muy arregladito a su representante de vinos y licores, por lo general un tipo con el pelo engominado y sonrisa convincente, traje de chaqueta barato del cortinglés y labia sobrada que no terminó la Secundaria por un problema mal diagnosticado de hiperactividad y déficit de atención. Pues bien, en el Condado de Huelva se elaboran unos vinos de naranja realmente prodigiosos. He probado tres distintos y los tres excelentes, el de Moguer que hacen en las bodegas del Diezmo Nuevo (donde muchas veces voy a comprar el excelente vermú Sanz, -solo para conocedores-), un vino de delicado carácter y con el sabor de la naranja por encima de la madera, que también está: el de bodegas Andrade, de un color caoba oscuro y con más cuerpo, en el que se nota la crianza en madera y la utilización de cáscara de naranja seca que se ha hidratado en contacto con el vino, un vino de naranja excelente para los muy golosos; y el de la Vinícola del Condado, vdm que no sé qué significa, pero que es un vino con un color ambarino muy atractivo, delicioso en la boca, inundándote de sabor a naranjas y con el recuerdo obvio de los cinco años que se ha pasado en botas de roble francés. Merveilleux.
Los tres vinos son de auténtica categoría. Os lo puedo asegurar. Pues nada, cuando terminas de comer en Huelva no te ofrecen estas generosas maravillas de la tierra, y eso que son baratas, demasiado baratas a mi entender, no. Te ofrecen licores que te joden el estómago directamente, que te la terminan de armar, no un digestivo como este vino de naranjas absolutamente delicioso, puro terciopelo que te inunda de sabor y, por supuesto, de satisfacción. Pero, no. Aquí lo que toca es el pacharán casero, por los cojones, y el orujito de hierbas, esa cosa de color fluorescente que las autoridades sanitarias no sé qué coño hacen que no lo prohiben ya. En fin, ahí va lo de las torrijas.
Torrijas.- Como me he liado, seré breve: Se pasa el pan de torrijas por una mezcla, mitad, mitad, de vino dulce del Condado y leche. La leche de la que te hayan dao. Se procurará que el pan quede esponjoso, cuidando que el líquido llegue a su interior. Se escurre el líquido sobrante y se pasa por huevo batido. Se fríen y reservan. Ya está. En un cazo mezclamos miel con un poco de agua y le damos un calentón para que se mezclen bien. Se retira del fuego el cazo y se espera a que se enfríe un poco para no quemarnos las manos. Ya está, se pasan las torrijas por la miel y se ponen en la bandeja en que las vayamos a servir. C'est fini. Queden ustedes con Dios.