miércoles, 8 de abril de 2020

Gastromerón (14)


En un par de semanas estaremos en situación de comprobar como el número de ingresos hospitalarios por contagio de coronavirus desaparecen o en todo caso sean anecdóticos. La situación atmosférica prevista para las próximas semanas, pero sobre todo el riguroso seguimiento que de la pandemia esta realizando el profesor García del Hoyo, que goza de sobrado prestigio en la rama de la Economía Estadística, nos hacen ver con optimismo el futuro. A esto se une la esperanza puesta en un ensayo clínico -el más amplio puesto en práctica en el mundo- que lleva a cabo el ministerio de Sanidad entre profesionales de la sanidad, pronto conoceremos esos resultados que serán esenciales para cualquier rebrote, como el que se espera en el próximo otoño. En el caso de Huelva y en la actualidad es muy bajo el porcentaje de afectados por la pandemia, al margen del dramatismo de la cifra de fallecidos, por muy pocos que hayan sido, ya notábamos que en Huelva hace semanas unos porcentajes de humedad muy superiores a los que prefiere el coronavirus (menos del 45%), un índice de rayos ultravioletas superiores a 4, y una temperatura media por encima de los 14ºC, cuando el covid-19 prefiere temperaturas medias entre los 5º y los 11ºC. Esto nos llevó a comentar que la Junta de Andalucía debería ir pensando en ofrecer espacios e instalaciones para palia en la medida de lo posible el tremendo problema que el colapso sanitario podría suponer para otros territorios. Al parecer se han realizado sólo simulacros, ya que probablemente no sea necesario toda vez que el número de ingresos es inferior al de enfermos dados de alta, lo cual está descongestionando los hospitales que han estado al límite o superando lo humana y clínicamente soportable.
El hecho de que hubieran llegado trenes medicalizados a Huelva habría sido no un hecho pleno de dignidad y propio de la condición humana, por mucho que aquí, como en todo lugar, junto a lo mejor de esa condición humana y de la mano del miedo y la ignorancia, suele aparecer también lo peor. Una de las imágenes de estos días más terribles y que nunca olvidaré de esta pandemia, al margen del no poder despedir a tus seres queridos, hayan muerto por contagio de este virus o por cualquier otra circunstancia, fue la de una gente marginal, plena de miedos e ignorancia, apedreando a unos autobuses que trasladaban a ancianos que hubieron de ser sacados de una residencia donde se produjo un brote de la enfermedad con el resultado de varios de ellos fallecidos. Podré olvidar el saqueo de supermercados por esa misma masa irracional en los primeros días, podré olvidar cómo desapareció el alcohol de las farmacias en un sólo día, pero nunca olvidaré esas imágenes de semejante canalla apedreando los autobuses en los que viajaban nuestros mayores. Terrible. Huelva, ciudad privilegiada por sus condiciones climáticas y por su propia situación, abierta al mar y a los vientos dominantes de poniente, cargados de humedad, ha quedado relativamente a un lado en esta tragedia que tan duramente está golpeando a buena parte del planeta. Es por ello que estoy orgulloso de ser onubense, de la Huelva que ha abierto las puertas de sus crematorios a los camiones cargados de ataúdes que nos han llegado de allá donde no han podido incinerar a sus fallecidos, de la Huelva que estaría dispuesta a abrir sus hospitales a los enfermos que lo necesitaran. La noticia quizás hay sido convenientemente apartarla de los medios de comunicación para evitar soliviantar a la canalla y porque al final no va a ser necesario. Recuerden el apedreamiento de los inocentes ancianos, de los mayores cuyo único pecado ha sido estar toda la vida trabajando para levantar este país, sería absolutamente penoso ver como inevitablemente se alzarían voces contra la asistencia a los enfermos de coronavirus, gritos, repito, del miedo y la ignorancia que siempre van de la mano. Suerte a todos y Viva Huelva, este rincón olvidado del que al menos ahora se han acordado que existe y que además es tierra donde vive gente sana y de corazón noble. Los demás, la minoría marginal, seguro que existe, pero son solo el más triste y lamentable ejemplo de hasta dónde puede caer de bajo la moral  la ética, la dignidad de la especie humana. Salud hermanos.
Y ahora un robalito de la costa, servido a domicilio por Juanlu Marín, de la plaza de abastos, cuyos puestos siguen abiertos para quienes tienen la suerte de vivir cerca, y los teléfonos disponibles para quienes no nos podemos acercar por allí. Aunque vamos bien, de hecho, muy bien. A fecha de hoy solo el 0,05% de la población ha sido afectada por el covid-19 y cada día son más de este pequeño porcentaje, los que reciben el alta hospitalaria. Seremos los más pobres de España, pero qué suerte vivir en Huelva.

Robalo al horno
ingredientes:
  • robalo (lubina para los que no sois de Huelva)
  • patatas
  • cebolla
  • ajos
  • tomate
  • aceite
  • vino blanco
  • pimienta
  • sal
elaboración: 
Pues no tiene mérito ninguno. Por las fotos lo podréis ver. Primero he pelado unas patatas y las he cortado en rodajas no demasiado finas, las he metido en el microondas bien tapadas y he esperado a que se pusieran más o menos tiernas. Entonces he cogido una fuente de horno, he pringado con aceite el fondo, he colocado las patatas, las cebollas y el ajo encima. Un roción de sal, pimienta y vino blanco. Al horno un rato, y luego ya el pescado tal como lo veis en la foto, con su poquito de sal y pimienta, su hilo de aceite poncima y unas rodajitas de limón en la tripa. Ya está. Al horno. 190ºC y en cuantito que veáis que el ojo del pescao se pone blanco, es que está hecho. En todo caso metéis un cuchillo para hurgar y ver si está en su punto. Si os queda crudo, para vuestro gusto, pues con meterlo otro momentito será suficiente. Vamos a ver, el pescado tiene que quedar jugoso, hecho, pero jugoso, no crúo como se lo papean los japos, pero que sea agradable en la boca, tanto en textura como en sabor. Es lo menos que se le hacer a un robalo como este que tenéis en la foto, pleno de sabor y hasta bonito en el plato. ¿A como que jí?

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