viernes, 28 de noviembre de 2008

gibraleón, mosto y sardinas

Mañana mismo, a eso de la una del mediodía, darán comienzo las actuaciones de grupos de jazz en la taberna Maroto de Gibraleón. Olontia, una entidad cultural es la encargada de poner en marcha estas cosas tan nutritivas y divertidas. Nutritivas por lo del apartado musical, no crean; y divertidas por lo del mosto y las sardinas embarricás o sardinas arenques, que les dicen, esas que antiguamente encontrabas en las puertas de las tiendas y los colmaos, distribuidas como radios voluptuosos, de un opaco que antes fue brillante. Radios de aquellas cajas redondas de maderas finas y casi blancas. Sardinas embarricás, les llamábamos por aquí.
El caso es que lo de mañana se llama Mosto Jazz y consiste en eso, en beber mosto: el vino nuevo del año y no zumo de uva, como pudieran pensar quienes leen esto y son de fuera, vamos que no son de por aquí de Huelva. También consiste en oír buena música, en disfrutar un poquito de jazz en directo, que no es poco. La cosa empieza a eso de la una y terminará, probablemente, ya por la noche.
Uno recuerda, de jovencito, las idas y venidas a Gibraleón, a beber mosto y comer carne a la brasa o esa receta tan simple como deliciosa que a continuación les relato, la del
Tostón con sardinas embarricás.- Se realizan incisiones reticulares en un pan redondo abierto por la mitad. De esta guisa se colocan cerca de las brasas, pero no demasiado cerca, para que se hagan las dos mitades lentamente. Una para tí y otra para la persona que amas y que tienes a tu lado. Cuando tienen un hermoso color dorado, se retiran, se les refriega medio diente de ajo a cada una y se hacen brillar los tostones con aceite de oliva de este de por aquí, de este de la Cooperativa Oleodiel, que tantos premios atesora gracias a su buen hacer.
Las sardinas embarricás o arenques, que ahora las venden envasadas al vacío, se aprietan o apretaban mejor dicho, en el quicio de una puerta y envueltas en papel de estraza, de modo que se le pudieran quitar comodamente las escamas. Entonces se ponen encima del pan y se sitúa uno cerca de la botella de mosto, del vino nuevo, jutno a la compaña también, y se procede a observar como el tiempo pasa lentamente a tu alrededor, como la lluvia cae en el jardín, sobre las aspidistras arrimadas a la vera del brocal del pozo, y sobre el jazmín que cede lugar al olor a tierra mojada de este otoño que tiene, entre otras cosas buenas, poder ir a Gibraleón, a lo de Maroto, a oir jazz y a comer tostones de pan con carne asada allí en la chimenea, o con sardinas embarricás que te tienes que llevar tú para allá, como la carne. El vino y todo lo demás lo ponen ellos. Jazz y otros tiempos en este Gibraleón dormido que cantó Juan Angona y que sigue ahí, fiel a su tiempo, a un tiempo nunca perdido, feliz y formidablemente distinto.

viernes, 14 de noviembre de 2008

Otra tarta de chocolate

Esta es la que os prometí y que es mucho más liviana y esponjosa, pero curiosamente tiene más mantequilla y más harina. Misterios del mundo animal. Como estoy liado viendo películas del festival, a razón de dos o tres diarias, pues voy al grano y así me largo luego al cine.
Tarta de chocolate con canela.- Se mezcla un cuarto de kilo de azúcar y otro de mantequilla y con la pala, dale que dale, se conseguirá una especie de crema. Coged media docena de huevos y los batis tranquilamente con las varillas hasta que estén bien batidos, como es natural. Ahora se tomarán doscientos gramos de harina y un sobre de levadura, se mezclan y se les añaden cincuenta gramos de cacao (del que venden para hacer chocolate a la taza). Se mezcla todo esto añadiendo un poco de canela, al gusto (aquí, si la queréis picante, pues le añadís además un poco de guindilla molida, también a gusto, pero con cuidadín a ver si os vais a pasar dos o tres pueblos y la tarta se la va a tener que comer mi abuela) y ahora sólo resta ir añadiendo esta mezcla, cucharada a cucharada a la crema que hicimos con la mantequilla y el azúcar, añadiendo además un poco de huevo batido para que ligue todo bien, de manera y forma que terminemos con todo bien ligado, quiero decir con el batido de huevos, la crema de azúcar y mantequilla, más la harina con el cacao, la levadura y la canela (más la guindilla si os atrevéis).
Pues bien, ya está criaturitas mías, veis qué fácil. Bueno, queda engrasar un molde con mantequilla para que no se pegue el invento y meter allí toda esta mezcla. Al horno con ella como tres cuartos de hora, o quizás algo menos, y a 180º. El caso es ir pinchando la tarta con una aguja de hacer punto, y cuando veamos que sale limpia, limpísima, es que la tarta está hecha. Bueno, del todo no, que queda la cobertura, pero veréis qué fácil es también hacer la cobertura.
Se supone que ya tenemos la tarta lista ¿no? pues entonces se tiene en un plato o bandeja para que se vaya enfriando mientras preparamos la cobertura. Yo pongo un cuarto kilo de mantequilla en un cacharro de cristal en el microondas y le doy un poquitín de caña, pues en seguida se derrite lo suficiente. Mezclo doscientos gramos de azúcar glasé y otros cincuenta gramos de cacao en polvo, y lo pongo todo en un bol, le voy añadiendo la mantequilla derretida poco a poco, sin dejar de mover con una espátula de madera, hasta que termino con toda la mantequilla y observo el bonito color que ha tomado, así como la formidable textura que ha tomado la cobertura. Me quedo tres minutos más dándole que te pego a la pala de madera para lograr que la mezcla quede bien batida, y ya sólo me queda coger la tarta que teníamos enfríando, esté fría del todo o no, qué más da, y con la cuchara o pala de madera ir adheriendo a sus paredes y parte superior la cobertura de chocolate que hemos conseguido.
Oye, yo le pongo unos piñoncitos por encima, formando como una media luna muy fina, que queda muy bonito, y en el otro extremo, es decir en la parte oscura de nuestro símpático satélite (The dark side of the moon, que buen disco ¿eh?) le pongo una guindilla de esas pequeñitas de un color rojo tan intenso. Queda de lo más mono. Y no os olvidéis de la sopa de vainilla, que ya os di la receta el otro día y está ahí más abajo. Queden ustedes con Dios.

domingo, 9 de noviembre de 2008

Mejorar la presentación (y el sabor)

Ayer volvía a hacer la tarta de chocolate con guindilla y canela. La verdad es que está sensacional, pero ahora la he modificado, vamos que hago otra parecida pero menos contundente, más ligera o como más bizcocho de chocolate y no como la que está en este blog, que es exclusivamente para quienes se lanzan a por el chocolate en cuantito lo ven. Bueno, la tarta nueva, ya os la escribiré, que ahora mi intención era deciros que la sirvo, la tarta picantita de chocolate, con un fondo de sopa de vainilla, un crujiente y unos frutos rojos de esos que se cultivan aquí y se venden allá, por los países bárbaros.
De momento os explico como hago la
Sopa de vainilla.- Se ponen en un cazo cien gramos de azúcar y cuatro yemas de huevo, a fuego suave. Se va removiendo hasta que se intengran bien uno y otro, apartando el cacharro. En otro cazo mayor se pone medio litro de leche al fuego, y cuando empieza a hervir, se añade un palo de vainilla, cortado a la mitad y ambas mitades al centro, y otro medio palito de canela. Se dan unas vueltas y se espera unos minutos a que la leche tome el sabor de la vainilla y de la canela. Todo esto sin parar de mover y procurando que no hierva más la leche pero que alcance buena temperatura. Se cuela la leche y la vainilla se recupera y guarda para otra ocasión, yo al menos así lo hago, pues a un palo de vainilla le saco al menos tres veces esta sopa de idem. Bueno, pues se vuelve a poner la leche al fuego y le añadimos la mezcla de azúcar y yemas que teníamos preparada. Se mezcla bien y se le da un calentón. Se acabó. Meterla en un jarro o en lo que sea y cuando se enfríe, a la nevera con ella para que esté fresquita.
El plato se monta con una porción de tarta al medio, la sopa en el fondo y el crujiente y los frutos rojos de manera que compongan bien. Sólo me queda deciros como hago el
Crujiente de canela.- Muy fácil, cojo una lámina de pasta filo y le pongo canela y azúcar glace por encima. La meto en el horno y cuando veo que está doradita pues la saco y rompo todos los trozos que me dé la gana. A qué es fácil. Pues ya está. Los frutos rojos los compro en el super o me los regala Lola, que está metida en el sector. Agur.