domingo, 26 de julio de 2020

De la no tan lejana Armenia

Viajar sin sentido, el exceso de movilidad, ha sido y continuará siendo una da las causas de la propagación de enfermedades contagiosas, como es natural. Los virus no viajan por su cuenta. En este sentido podríamos considerar a la última pandemia, como una consecuencia lógica de nuestros pecados, en este caso del pecado de querer satisfacer la curiosidad, la necesidad de saber y conocer, por la vía más rápida y absurda. Todos quienes tenéis dos dedos de frente habéis observado la manera en que el personal, los turistas llamados de tachar (que tienen la necesidad de ir visitando países por nada en concreto, sólo por el hecho de poder haber estado ahí) tienen de visitar, por ejemplo, un museo. Van a toda velocidad y de sala en sala, sólo se paran ante la Mona Lisa de los cojones para hacerse un selfi, otro en la capilla sixtina, donde tan sólo se oye el ruido de los flashes combinado con el monótono "no photos" de los vigilantes, y por fin otro delante de Las Meninas interponiéndose entre un grupo nipón y el lienzo. Paso de viajar, odio viajar. Las nuevas tecnologías ofrecen la oportunidad de visitar los mejores museos del mundo con una resolución y limpieza de imagen que evita el tener que eso, que viajar. Tampoco es menester ir a Armenia, la cuna del cristianismo, por poner un ejemplo tonto, para disfrutar de esta ensalada que ellos llaman Belén porque la toman por Navidad. Os daréis cuenta de que es como una escalivada, pero con orégano y miel, algunas ciruelas o uvas pasas y algo de frutos secos. Es una ensalada muy mediterránea con un toque oriental, como precisamente ese cristianismo que es religión oriental trasladada a occidente en tiempos de Roma, y de qué manera. 


Ensalada Belén (Armenia)
ingredientes:

  • berenjena
  • calabacín
  • pimiento rojo de los de asar
  • cebolla
  • chiles frescos /de lata, valen)
  • orégano
  • miel
  • vinagre
  • ciruelas o uvas pasas
  • frutos secos: pistachos, almendras o lo que queráis
  • pimienta
  • sal

elaboración:
A lavar y a cortar en tiras como si fueran patatas para freír, el calabacín, el pimiento rojo y la berenjena. Cortar y quitar simientes a un chile jalapeño de los de lata (si vienen cortados, pues calculáis). En una fuente o bandeja de horno, capaz, pones berenjena y calabacín, con el chile, todo rebujado, pero cuidando de poner un poco de aceite a la bandeja, porque como irá al horno, se nos pueden pegar algunas verduras, y no es esa la cuestión. Bueno, pues sal y pimienta a gusto de cada cual. Ahora viene lo bueno, añadimos orégano, una mijita de vinagre y miel, a gusto de cada cual también. Ea, pues al horno, como a 180º una media hora, procurando que las verduras no queden muy hechas, aunque esto también va a gusto de cada quisque. A mí me gusta que queden crocantes las verduras, me parece más agradable esa textura, pero si os gustan más pochadas, pues nada, a vuestro bolo. Al cuarto de hora, sacad la bandeja y con una cuchara de palo dad unas vueltas a las verduras, para que se hagan todas por igual y de paso para que no se nos peguen.
Mientras se hornean las verduras podréis poner uvas pasas o ciruelas pasas en remojo, aunque últimamente vienen ya listas para usarlas, no como antes, que venían más secas que el ojo Maíllo. En fin, tened preparados unos pistachos o el fruto seco que queráis para luego, cuando las verduras estén ya frías y listas, pasarlas a una ensaladera mona, napar toda la ensalada con los maravillosos jugos que han ido quedando en el proceso de cocción en el horno, y adornar con las pasas y los frutos secos. Un lujo.

miércoles, 8 de julio de 2020

Recetas con mucho cuento 2


Estamos viviendo más un disparate que una pandemia, y este disparate en el que anda metido la comunidad científica, también porque anda muy despistada, perro sobre todo la mediocridad de la clase política que sufrimos, es mucho más peligroso que una pandemia de tres al cuarto como esta, que sólo se ha llevado por delante al 0,0006% de la población mundial. Recuérdese que la peste cipriana o la antonina, en tiempos imperiales, se cargaron a una cuarta parte de la población cada una, eso sí que eran epidemias como Dios manda, o castiga en este caso. También las pestes medievales llevaban lo suyo, pero en uno y otro tiempo, la vida valía bien poco, entre otras cosas por lo poco que duraba, y ahora recuerden que la esperanza de vida rondaba la treintena en esos atribulados tiempos, aunque peor fue entre la caída del imperio romano y el respiro que el humanismo y el renacer de la cultura clásica dieron a una Europa que por primera vez a lo largo de toda la historia, y única de momento, vio descender su número de habitantes, crisis demográfica que no debió ser por lo bien que se vivía, sino porque entre los siglos V y XIV, las epidemias, las hambrunas y las guerras eran el pan de ellos de cada día. No vayan a pensar ustedes que las tremendas fortalezas del siglo XII, por poner un ejemplo muy lindo, las levantaban porque les encantaba jugar con el Exin Castillos. No, las construían para defender sus pocas miserias. En fin, que nunca el hombre ha vivido como ahora, con tanta comodidad y con una esperanza que en países como Japón o España, los que cuentan con una población más longeva, alcanza los ochenta y tantos años, lejos como se ve, de la treintena de hambre y terror que vivieron nuestros tatarabuelos en esos complejos y turbulentos años medievales, cada día más conocidos por cierto. En fin, que os cuento todo esto porque hoy vamos a hacer unas castañuelas o castañetas, pero guisadas, que no siempre va a ser a la plancha o en la parrilla sobre las brasas, que también por supuesto. El caso es que una vez más fue en el Ultra Marino de El Rompido, donde en una de esas creaciones a veces delirantes de Juan López, me pusieron por delante unas castañuelas que la verdad es que estaban riquísimas.
Las castañuelas (porque se parecen a unas castañuelas, sobre todo cuando las abres, aunque también a otra cosa, fermosas por cierto)  o castañetas, como les llaman por algunos lugares de la Sierra, son las glándulas salivares del cerdo, lo digo por si alguno quiere ya ir dejando de leer. Vamos a ver.
Castañuelas al vino blanco del Condado
ingredientes:

  • castañuelas
  • patatas
  • pimentón
  • cebolla
  • ajo
  • zanahoria
  • vino blanco
  • tomillo
  • perejil
  • pimienta
  • sal

elaboración:
Limpiamos y abrimos las castañuelas. Cocemos una patata y la cortamos en rodajas más bien gruesas. Reservamos. En una cazuela ponemos aceite, una hoja de laurel, media cebolla, ajos y zanahoria a sofreír, todo convenientemente picado, como es natural. Ea, pues cuando esté pochada, añadimos las castañuelas, dos vueltas y medio vaso -de los de agua- de vino fino y si es del Condado pues mejor. Cuando se evapore el vino apartamos todo del fuego y sacamos las castañuelas una a una. Añadimos agua a la cazuela y metemos la minipimer para triturar todo bien triturao. Anda que no. Las castañuelas otra vez para dentro, añadimos pimentón, tomillo y perejil, todo bien picado. Ponemos de nuevo sobre el fuego, subimos el fuego, pimienta y sal. Ea, se acabó. Mirad la foto para que veáis como las presenté. Patatas con pimentón y sal, como si fuera a la gallega, y encima las carrilleras napadas con su salsa.

sábado, 4 de julio de 2020

Recetas con mucho cuento 1


Orejas en salsa
Acababa de comprar media docena de orejas de cerdo, que ahora las venden la mar de limpias por cierto, cuando entró la señora con su escafandra reglamentaria, pero con poca prudencia, como suele ser habitual. La dependienta de la carnicería le rogó que guardará las distancias y la señora obedeció disculpándose. Al parecer y según declaraciones de la propia señora, no tenía la cabeza buena con tantas cosas malas como están pasando. Mientras me hacía las cuentas de las orejas y otras vituallas cárnicas que, ya que estaba, había procedido yo a comprar, la señora procedió a dar cuenta de todas esas barbaridades que andan pasando en el mundo. Como la dependienta y yo andábamos con las cuentas y con la tarjeta para proceder al pago, y la otra clienta que estaba en la tienda, echaba un vistazo a lo que iba a comprar, pues la señora de la relación de sufrimientos y desastres se iba animando. De hecho subía el tono y las pinturas que iba realizando de la situación en los hospitales de Huelva era realmente desesperanzadora. Intenté tranquilizarla con la esperanzadora noticia de que sólo hay dos personas hospitalizadas en toda la provincia y ni un solo habitante en las ucis, a lo que respondió algo indignada que de eso nada. Para reafirmarse en su conocimiento de la realidad, no de lo que cuentan por ahí, procedió a dar un último apunte cortando por lo sano: "pues a un hombre le han tenido que cortar las dos piernas", y ahí ya no me pude contener, pero en lugar de refutar su notificación o cuestionar sus fuentes de información, simplemente le hice una sencilla pregunta: "¿y cómo anda el hombre?"
Antes de que dilucidara a cual de los dos sentidos del verbo andar debería contestar, cogí el camino de casa, pero algo más rápido de lo normal, pero aunque el personal en general parece algo nervioso y asustado debido, fundamentalmente, al mucho consumo de televisión, tampoco está para cogerlas al vuelo, de modo que pude doblar por la esquina de la panadería y perderme por la avenida sin que me fuera lanzado ningún hueso de jamón ni un lomo embuchado. Ah, sí, las orejas.
ingredientes y elaboración:
Pues muy fácil, todo en frío y usando el sentido común e  incluso variando algún ingrediente: cebolla, ajos, zanahoria, pimiento rojo, tomate maduro, tomillo, orégano, guindilla, azafrán, un clavo, pimentón, perejil, pimienta y sal. En el fondo de la olla una lámina mínima de aceite, encima todo lo referido supra y encima las orejas, pero sólo partidas a la mitad y luego veréis por qué razón. Un vaso y medio de vino blanco, pero de los buenos, de Sauci o de la Cooperativa Nuestra Señora del Socorro, por ejemplo. Terminamos de cubrir con agua y tres cuartos de hora desde que empiece a pitar la olla.
Destapamos cuando una vez quitado el pitorro deje de expulsar vapor y sacamos las orejas (por eso es mejor que no estén troceadas). Metemos directamente la minipimer y volvemos a poner el cacharro al fuego, pero ya destapado. Añadimos unas patatas peladas y troceadas convenientemente, y vamos cortando ahora sí, las orejas, que irán a la olla como es natural. Fuego medio hasta que se reduzca la salsa y se hagan las patatas.