Ayer salí por segunda vez desde el viernes pasado. Entonces salí a trabajar y a despedirme de los compañeros hasta septiembre. En esta segunda aventura el final de la escapada era el contenedor de la basura. Llevaba dos bolsas, una con plásticos y otra con orgánicos, más una rama del naranjo que caía sobre el techo del cuartillo lavadero y estaba aún cargada de naranjas, dulces y deliciosas, maduradas en el propio árbol. Empiezo a recolectarlas en noviembre, para zumos, y termino en abril. Al regreso de este primer paseo exclaustral me topo con un perro, con collar perro sin dueño. El animal me mira extrañado, preguntándome con su cabeza ladeada, qué demonios pasa que no hay nadie por la calle. El coronavirus, le digo, y sigo para adelante sin volver la vista atrás porque el perro había salido pitando tras un gato que vislumbró al otro lado de la calle. Los dejé con sus juegos y me colé de nuevo en el refugio. Ya es de noche, Netflix y cereales, luego una novela de S. S. Van Dine con el título a mi entender mal traducido. El crimen de la Canaria, que en la vieja edición que yo tengo se titula El caso del canario asesinado, probablemente porque el traductor no está familiarizado con la canaricultura y no era consciente que a los canarios hembras se les puede llamar perfectamente canarias. La vedette estrangulada en las primeras líneas de la novela, era conocida como la Canaria, de ahí lo del confuso título. Es entretenida y tiene todo ese sabor de principios del pasado siglo bien incrustado entre las líneas que escribió Willard Huntington Wright en su obligado encierro domiciliario para escapar de su adicción a la cocaína, tan popular en los alegres años veinte.
Debería yo tomar ejemplo y aprovechar este encierro coronoviral para escribir, pero de momento y para que mis alumnos no tengan que trabajar demasiado, estoy dedicándole al trabajo más horas que las empleadas en el total de mis casi veinte años de tardía vocación docente. Pero en fin, hoy os voy a dar la receta de la ropa vieja que hice con los restos del cocido.
Ropa vieja
ingredientes:
- restos del cocido
- cebolla
- ajo
- pimentón
elaboración:
Refrito de cebolla y ajos
(1). Antes de que la cebolla empiece a pocharse se añaden las legumbres y verduras del cocido. Dos vueltas y los trozos de la pringá que más nos gusten. Pimentón y a dar tres o cuatro vueltas hasta que se caliente todo. Ya está. Sólo habrá que tener cuidado para que no se nos seque, de modo que procuraremos tener al lado una tacita con caldo del cocido para añadir un poco cada vez que haga falta. Si os gusta más caldoso pues le ponéis más, pero a mí me gusta como el de la imagen insertada supra.
(1) Mi madre lo hacía con cebolla y pimientos cortado todo en juliana, sin ajos. Este es el que creo recordar que tengo en mis manuales de cocina, al menos en el de Huelva en su Salsa. En esta ocasión he recurrido al más tradicional con cebolla, ajos y pimentón. Pero el que me hacía mi madre me gusta más.
2 comentarios:
una de las mejores cosa que eme están ocurriendo durante estos ejercicios espirutales es sin duda los cuentos y recetas de Bernardo
mercedes aramburu
Ole. Viva la Mercedes
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