Disculpen vuesas mercedes, pero creo que no quedó muy claro lo que aparece en la fotografía de la entrada anterior. Verán, se trata de una pastela magrebí, norteafricana o andalusí, que se hace del modo que se explica en este mismo blog (pastel de perdiz creo que le llamé). En cuanto a la forma, sencillamente en lugar de envolver la pastela en hojas de pasta filo del modo habitual, la envolví en la forma que se aprecia (con dificultad, creo que me tendré que comprar otra cámara de fotos) a la izquierda, es decir formando una especie de canuto y dentro el cordero y los jugos de su cocción mezclados con huevos batidos, excepto un poco que aparté para remojar el cuscus este que venden ahora precocido por todos lados (hace doce años o te traías el cuscus de Marruecos o te lo traías de Francia, pero por aquí no se encontraba ni para atrás). El resto creo que es evidente, con más hojas filo hice un crocante de canela y azúcar glas, y las almendras las tosté y las distribuí artísticamente. También utilicé sésamo, que en todo caso forma parte de la decoración de una pastela tradicional. Todo está en una gama cromática que creo bastante elegante. El color rojo del pimentón, extraño a esta composición, juega sólo un papel estético o plástico, pero es necesario al cerrar una composición que ya no se cae, sino que se equilibra.
Como también podréis observar, se sirve directamente sobre el mantel y se come, como es normal, a pellizcones y con las manos.
Esta que se ve en la imagen, cayó junto a una botella de manzanilla La Guita (que Mahoma nos perdone) y la culminamos con unos pastelillos de Gloria que estaban para morir, pero no para morir por Dios, por la patria ni por el rey, sino para morirse de auténtica felicidad, celestial en este caso y que Dios nos perdone también.
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