sábado, 30 de enero de 2010

El jamón, una visión marxista


Un pensador hoy casi olvidado, el alemán Carlos Marx (Tréveris o Trier, 1818 – Londres, 1883), se ocupaba en una de las páginas de su extraordinaria obra de referencia El Capital, de la influencia que algunos modelos de cultura tuvieron sobre el avance de las técnicas y de los utensilios que nos ayudan en la confección de bienes de consumo. En este sentido escribe en la dicha y tan influyente obra, que se deberá considerar revolucionario el modelo de producción capitalista, puesto en marcha a partir de la denominada Revolución Industrial, que viniera a trastocar las relaciones sociales, económicas y políticas a partir sobre todo del siglo XIX. De igual modo, se deberán calificar de conservadores todos los anteriormente pensados y elaborados.
Hasta la aparición del Gran Capitalismo, y de las nuevas relaciones que los burgueses en alza tendrían a partir de entonces con las masas proletarias, los útiles e instrumentos de trabajo, una vez alcanzaban una forma satisfactoria – escribe Marx y nosotros fielmente lo seguimos – permanecían inmutables y se transmitían tal cual de generación en generación. Frente a esta manera de entender la industria anterior a la Revolución Industrial, como una manera de producción conservadora, situaba el citado pensador las bases técnicas de los procesos de producción capitalista, a los que considera como sustancialmente progresistas, debido sobre todo a la necesidad de mejorar para competir en mejores condiciones en un mundo cruel, dominado por la implacable ley de la oferta y la demanda.
Muchos de nosotros podríamos ahora coincidir en que esto no es del todo cierto, y para ello nos podríamos entretener en comparar las puntas de flecha musterienses que se exhiben en las vitrinas dedicadas al Paleolítico en el Museo, y las que trescientos mil años después utilizara Guillermo Tell para seccionar limpiamente una manzana colocada sobre el tarro de su propio hijo, y nada menos que a cien metros de distancia. Pero Dios, con perdón, o el mismísimo Carlos Marx, nos libren de intentar ahora refutar semejante prodigio de ciencia económica y política. De ningún modo. No puede ser esa nuestra intención. El Capital está bien como está y no es menester meneallo. Sencillamente nos proponemos seguir las palabras del teutón para animar a los auténticos progresistas, a quienes aún conservan el concepto o término marxista en su vocabulario habitual y en su corazón (víscera encargada exclusivamente de impulsar o bombear sangre fresca y limpia, pero que se conviene en nombrar cuando queremos referirnos a la intersección o conjunción del cerebro con ciertos genes que le transmiten información: lo que los creyentes denominan el alma), para que abandonen la perniciosamente conservadora costumbre de comer jamón.
Desde que a finales del siglo XIX se instalaran en la parte más occidental de la Sierra Morena, artesanos del embutido y del secado de los perniles de porcino: en las Cumbres Mayores, Corteconcepción, Aracena, Cortegana y Jabugo, en la que hoy se conoce como provincia de Huelva, la elaboración de jamones han continuado prácticamente con los mismos modos y maneras. Quiere decirse que tal como Carlos Marx señalaba en El Capital, la producción de jamones, desde el despiece y perfilado, hasta la medida de las proporciones de sal marina para su proceso primero de salazón, o el más largo y fecundo curado en bodega, al socaire de la feliz alternancia de calores y fríos serranos, el jamón es, sostenemos, un producto conservador y por lo tanto reaccionario que no debería pasar a formar parte de la dieta habitual de un auténtico proletario con conciencia de clase. Podrán empero los hermanos marxistas de la Tierra, parias y similares, disfrutar de otros modos de producción mucho más modernos y sofisticados, producidos según las más modernas maquinarias, útiles, herramientas, y técnicas absolutamente progresistas. Piénsese si no en las distintas variedades de chopped pork, mortadela con o sin aceitunas y salchichas de Frankfurt que se elaboran en la actualidad mediante la introducción de modernas procesadoras de carne, calderos que alcanzan temperaturas impensables hace sólo un par de décadas, o sistemas de envasado que garantizan la más completa asepsia de estas referidas elaboraciones.
Más chopped pork revolucionario y menos jamón conservador, más mortadela (con o sin) y menos cañas de lomo, que al igual que los jamones de bellota son productos igualmente conservadores y por lo tanto contrarrevolucionarios.
Por ello y viendo lo que estamos viendo últimamente, nos vemos en la necesidad de gritar bien alto, ¡por la libertad y el socialismo, proletario: no comas jamón! Por el amor de Dios, o de Marx, con perdón, no caigais en el mal, amén.

Publicado en El Mundo - Huelva Noticias el otro día, no me acuerdo cuándo.

6 comentarios:

No cogé ventaja, ¡miarma! dijo...

Si hay que reformarse en conservador e incluso reaccionario, hágase.
Si hay que gritar viva Fran.., gritese.
Si hay que coger la espiocha para hacer valer los antiguos medios productivos concordantes con la antigua forma de elaborar el jamón, que la cojan otros pero a mi, Bernardo de miarma, apúntame al jamón y si es del chachi mejor.
Jamoncito pa el Rafalito y mortadelita pa la suegrita.
Adiós un abrazo, espero que estés bien que ahora se te lee poco.

X dijo...

El verdadero revolucionario, de hecho, el comunista máximo, el convencido del músculo bombeador (con perdón), será vegetariano. Los que no se atrevan a tanto o no sean tan de izquierdas pueden comer algo de carne, pero nunca jamón salvo en Viernes Santo, que sí es revolucionario.

Su dijo...

Te veo en plena forma!

Juan López dijo...

Como dice Tabletom "para hacer el amor hay que comer mas jamón"

Bernardo Romero dijo...

Veo con infinita satisfacción (Satisfeichon) que aún queda gente con sentido del humor. Menos mal. Troncos y troncas, continuemos comiendo jamón y lo que haga falta, pero por favor os lo ruego, con sentido del humor, que sienta indudablemente mejor. Abrazos per tutti.
Posdata: Abrazos también para los marxistas leninistas estalinistas, no vaya a ser que un día de estos vuelvan, me manden a Siberia y me castiguen, para colmo, sin jamón, pon, pon.

Moe de Triana dijo...

Po yo entonse soy el Che Guevara Bernardo miarma, porque con lo tiesa que está la cosa me estoy poniendo de chope de lata que no veas, otra cosa no hay...


Un saludaso.