Para entender las raíces y las razones de algunas recetas populares, nada mejor que ir a las fuentes de la memoria, de la memoria reciente, que muchas veces no es menester viajar demasiado.
Me contaba Paco González, un conocido activista vecinal onubense, sus largos veranos infantiles en la huerta de un tío suyo al otro lado del río, en Aljaraque, en unos terrenos que debían de andar por lo que hoy se conoce con el dudosamente elegante nombre de La Dehesa del Golf.
En la zona abundaban las higueras, luego no era dehesa, sino huerta, como corroboraban algunos cítricos y, allí donde la humedad o cercanía del agua lo permitía, pequeños sembrados donde se cultivaban verduras y hortalizas más para consumo propio que por afán de comercializar. Los higos era asunto distinto, había que recolectarlos y llevarlos luego a los cercanos mercados onubenses en las mismas barcas que transportaban la leche de las vaquerizas de Aljaraque a la capital.
Paco arrimaba el hombro, como era natural en aquellos tiempos exentos de botellón y play station, ocupaciones que apartan hoy a los jóvenes de aportar esfuerzo y sudor a la economía familiar. De modo y manera que a la amanecida, con las primeras luces, se iniciaba la labor de coger la fruta con sumo cuidado y mimo para que el canasto llegara inmaculado al consumidor. Para reparar el cuerpo después de una labor que era menester detener cuando el calor apretaba demasiado, el tío de Paco preparaba en un dornillo de barro gazpacho para todos. La guinda a tan estupendo estimulante natural, eran algunos higos recién recolectados, que se partían y mezclaban con el gazpacho.
Todo esto me lo contaba Paco González un mediodía, sentados en un velador del bar La Peña al fresquito de las milagrosas corrientes de aire que bajan por la calle Canarias hacia lo que también en otro tiempo no demasiado lejano, eran los huertos del camino de Gibraleón: La Morana, el de Paco Patilla, el de Villa Mundaka, el de Paco la Ángela (que hoy da nombre a la plaza del Huerto Paco), el de Gálvez, el de don Moíses, las vaquerizas de Lorenza... y así hasta llegar a la Orden, que era finca enorme y principal.
Al día siguiente, Paco González no me contó más, me trajo una bolsa de higos blancos, frescos y sabrosos, de intenso rojo su interior, y me conminó a que hiciera gazpacho y le picara unos higuitos. Dicho y hecho, ahí arriba está la foto y aquí abajo la receta de este
Gazpacho de melón con higos.- Se tomarán tres o cuatro tomates bien maduros, que una vez pelados y quitadas las simientes, se unirán a medio pimiento verde de los de freír, o uno entero si es pequeño, un trozo de melón que sustituye aquí al pepino (de la familia son, así que todo se queda en casa), un diente de ajo, sal, vinagre de la Cooperativa Vinícola del Condado, que es genial, y buen aceite de oliva virgen extra, que mientras mejor sea, mejor saldrá el gazpacho.
Se pasa todo por la batidora eléctrica y luego se añade agua muy fría, pero no demasiada para que el gazpacho quede un tanto espesito, dense cuenta de que no le ponemos pan.
Ahora resta picar unos higos y meterlos en el gazpachito. A disfrutar.